MADRID, España – Las conversaciones que sostuvieron esta semana en La Habana la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y su anfitrión Raúl Castro llevaron a las tertulias de los cubanos una expresión popular que usan los guajiros sabios para describir, con un toque de rústica ironía, los cruces pactados en circunstancias extravagantes: los carreteros se encuentran en el camino.
El trallazo campesino halló entrada en la red social de la radio bemba de la isla en el hecho de que dos dirigentes, procedentes de la izquierda radical, dedicados en un tiempo a derrumbar a bombazos el capitalismo se reunieran, rodeados de empresarios, a firmar convenios por millones de dólares y dejaran apartados sus expedientes personales y los temas de las libertades, la justicia social y los derechos humanos.
Con esa cita bendecida por el dinero, una misa cantada en el lenguaje de las finanzas, le hicieron honor al postulado de que el socialismo es la vía más larga, dolorosa y compleja para llegar (o volver) al capitalismo.
En el caso de Cuba, el punto donde se dan las manos y se abrazan estos carreteros tiene un cuadro de pesadumbres añadidas. Medio siglo de una dictadura que comienza un rodeo para autorizar la venta libre del pan y el guarapo; un país arruinado y las familias desarticuladas y dispersas.
La señora Dilma Rousseff viajó a la búsqueda de espacios y de una primera fila para las inversiones para Brasil. Y, además, en el papel de la nueva salvadora de la permanencia del Partido Comunista en el poder, en el caso de que el venezolano Hugo Chávez sea inesperadamente llamado a consulta por Dios o pierda las elecciones y prefiera no sacar la pistola.
La gestión en el estratégico puerto habanero de El Mariel (nada más y nada menos que 800 millones de dólares) es muy importante en esa operación de rescate de la camarada brasileña, pero más significativa es la discreta presencia de una trasnacional de Bahía asentada ya en la provincia central de Cienfuegos para iniciar la resurrección de la industria azucarera cubana, la más eficiente del mundo entre los años 1797 y 1960.
Cuando la debacle de Rusia, apareció Chávez y el petróleo de los venezolanos. Y, por si acaso, llega ahora Dilma Rousseff -elegante y desarmada- en un avión repleto de capitalistas.
Los cubanos saben que la salvación real está en ellos mismos.