LA HABANA, Cuba.- Si tomamos como referencia algunas de las posturas esgrimidas por varios de sus autores a partir de entrevistas, podríamos dividirlos en dos grupos: los que utilizan el medio como activismo político y los que trabajan el grafiti desde la intuición romántica, involuntaria, desde una sublevación inocente.
Dentro de esta ambigua segunda variante se encuentran testimonios como estos:
“No dibujo a Fidel desde una postura crítica, sino porque él está ahí, existe en la historia, todos los conocen. Quien quiera ver maldad en esa obra es porque hay maldad en su pensamiento”. Este veinteañero continuamente aboceta al exgobernante cubano desde sus rasgos más familiares: gorra, frente ancha, barba, uniforme.
“No soy un disidente aunque el gobierno piense lo contrario, solo soy alguien que quiere hacer Revolución y tener en algún momento una galería donde exponer su trabajo. Esos podrían llamarse mis sueños”, asegura el grafitero que responde al original alias de “2+2=5”, quien en más de una ocasión ha sido obligado a borrar de las paredes a sus encapuchados conjuntamente con sus huevos fritos y su firma matemática.
“Pinto un ‘happy zombie’ porque me considero uno. Me he alejado conscientemente de todos los convencionalismos que impone la sociedad, como tener descendencia, un hogar que mantener, etc. y eso me ha hecho un zombie feliz”. Los nada inquietantes monstruitos verdes de este autor emiten una sonrisa amplia, descolorida, con aires vitales de ultratumba.
Amén de estas actitudes, estos profanadores por cuenta propia son continuamente perseguidos por las autoridades, pues de algún modo se encuentran en ese borde polisémico tan impropio de los autodenominados fidelistas.
Estos muchachos amantes del skateboarding, los tatuajes, el hip hop, el anime, dividen su tiempo entre la producción para las calles y la producción para el lienzo, creando una dinámica de venta underground de bolsas, postales, plantillas, dibujos, para un turismo freak que está llegando a la isla cada vez con mayor afluencia, ante el eminente “cambio”. Sin embargo, entre ambas propuestas solo existe una diferencia: el soporte.
En otro lado se hallan los “comprometidos socialmente”, cuya máxima expresión es “El Sexto”; figura controvertida para una gran parte de los artistas del establishment cubano por estar vinculado a los grupos opositores. Su marca, la firma que culmina en estrella haciendo alusión a sí mismo como sexto prisionero/héroe, es una de las obras que más lo ha glorificado.
En esta senda se encuentra también Yulier P. (14,15…) quien ha poblado con su murales de muñecones amorfos hasta los más insólitos rincones del occidente del país, realizando paralelamente incursiones —a falta de alternativas oficiales— en la autopromoción desde el video, entrevistas concedidas a grandes cadenas informativas como The Washington Post, CNN, o independientes y “conflictivas” para el Estado cubano como 14ymedio o el propio CubaNet, algo que le valió una retirada “no tan triunfal” de su antiguo y céntrico estudio, ahora meca de otros grafiteros. (Al parecer agentes del CDR creyeron que Yulier “yanquizaba” el taller de la comunidad al abrirle la puerta a estos medios para compartir con un público foráneo algunos de sus trabajos).
Existe en este grupo una suerte de “invisibilizados” por voluntad propia, grafiteros a la antigua que, con mucha cautela pero de manera audaz y eficaz, colocan en boca de figuras de la historia como José Martí y el Che dulces ironías y lúdicos textos relacionados con la economía, la conectividad a la red de redes y la presencia norteamericana en la isla.
En sentido general, los grafiteros de ahora mismo, jóvenes todos, más allá de su postura intelectual, por lo menos los que se concentran en la zona de Centro Habana, Habana Vieja y Vedado, practican la cortesía de intervenir su propio hábitat, como quien pinta su casa para embellecerla o maldecirla.
La mayoría no proviene de academia, salvo algunos casos como el de Luis, graduado del ISA en el año 2012, quien además es uno de los pocos que trabaja insertado en el circuito galerístico. Recuérdese la muestra curada por Magali Espinosa e Indira Collazo Hoy desde los 80, realizada en la Casa de México en octubre de 2016, donde logró participar con una instalación elaborada a dúo con su padrino, el reconocido artista Juan Carlos Alom.
Sus materiales habituales lo constituyen la tinta de imprenta o el vinil, pues es lo menos costoso; mientras que el uso de las pegatinas es cosa de excepciones, dentro de las que se podría destacar la pieza Perdono pero nunca olvido, que no contempla crédito de autor, y otras que responden a la presencia puntual de algunos artistas extranjeros en la isla.
Se hace recurrente la figuración con rasgos neoexpresionistas, aunque existen ejemplos de tags y textos.
Sin desarrollarse como un grupo homogéneo, el grafiti capitalino se está pensando como una entidad en progreso. Sus caminos son disímiles: los que buscan nuevos espacios de libertad a partir del enfrentamiento directo —apoyándose en los únicos medios que le son permitidos, la prensa independiente, Facebook, Twitter—, los que les interesa exponer inverosímiles filosofías o imaginarios personales. Pero lo importante es que están construyendo un espacio de opinión, de disfrute, de enojo.