PUERTO PADRE.- Fidel Castro ya no está en Puerto Padre. Pero su ausencia es como si nunca hubiera tenido una casa aquí. Como si este no hubiera sido sitio de visitas reiteradas. Cual si su curiosidad nocturnal antes de hechizo, en asunto de poca monta terminara. Tal es su otra presencia, aunque pretendan disimularlo.
“¿Y ese mapa? ¡Nunca había visto un mapa de Cuba así!”, recuerda Lázaro, un antiguo jefe de policía, la madrugada que Fidel Castro se apareció en la estación, curioseando en su oficina bajo el cristal de su escritorio, asombrado ante el mapa antes no visto, de cuando Cuba fue colonia de España.
Pero ya nadie sabe dónde está aquel mapa despertador del noctámbulo de Fidel Castro. El capitán Lázaro es un defenestrado, sin estación, auto ni perro. Y Fidel Castro está muerto. Y no quedan recuerdos fuera de la memoria oficial. Sólo su otra presencia.
El ir y venir de la gente hoy prosigue, sólo que si antes fueron convocados al aplauso de los discursos de Fidel Castro, ahora son llamados a silencio obligado: prohibida la venta de bebidas alcohólicas, dice la advertencia, recordándonos la Ley Seca que tuvieran los Estados Unidos. “Y la prohibición es por nueve días”, dice alguien, recordándonos con esa ausencia otras presencias.
“La casa de Fidel”, llamaban al bungaló de tejas francesas y tabloncillos amarillos que, bajo árboles frondosos, en las márgenes del Río Parada, a unos cinco kilómetros de la ciudad de Puerto Padre, bien apartado de la gente fue construido temprano en los años 60 para servir de cobija al Comandante.
“El campo de Fidel”, todavía llaman al cañaveral, no lejos de “la casa de Fidel”, donde el Comandante hizo de machetero en la “Zafra de los Diez Millones”, la que oficialmente comenzó aquí, el 14 de julio de 1969, con un acto en el otrora central Delicias, luego llamado Antonio Guiteras, donde habló el Comandante, diciendo de la certeza de una meta, a la larga imposible.
“El saco de Fidel”, llamaron al saco de azúcar cosido en la ensacadora del central Antonio Guiteras por el Comandante, el 7 de julio de 1965, cual símbolo de los seis millones de toneladas de azúcar producidos en la “V Zafra del Pueblo”. Zafra que hoy saben los azucareros un imposible en esta cosecha 2016-2017.
“El Plan Fidel”, fue el comenzado aquí por el Comandante, para producir en gran escala, semilla certificada de caña de azúcar. Decenas de hectáreas cercadas con postes de hormigón armado y varios hilos de alambre de púas, con una garita de acceso limitado y sitios de desinfección, debían proporcionar semillas de cañas libres del mal de Fiji, entre otras desgracias. “Pero de eso ya no queda nada”, dijo hoy un cooperativista.
“La zafra de Fidel”, dio en llamar gente de la industria azucarera a la cosecha de 1996 en Las Tunas: el 31 de marzo de 1996, el Comandante va al central Perú, municipio Jobabo, el 1 de abril otra vez llega al central Antonio Guiteras y ese mismo día va al Argelia Libre, otrora central Manatí, y, entre el 5 y 6 de mayo, inspeccionando la zafra y la “recuperación cañera” visita el central Guiteras, el Argelia Libre y el otrora central Chaparra, que luego fuera Jesús Menéndez y resultara uno de los centrales desmantelados. El 28 de mayo de nuevo está en Chaparra, y va, por lo que ahora son las ruinas del central Jesús Menéndez.
Empecinado que es el destino: este 28 de noviembre, hace 28 años, Fidel Castro puso banderas en manos de quienes ahora ponen una flor en su fotografía de difunto, que es, como poner flores en la defunción de su condición de abanderados.
El 28 de octubre de 1988, en playa Covarrubias, Puerto Padre, Fidel Castro abanderaba dos contingentes de constructores, quienes, una vez construido el motel para turismo internacional, por su condición de cubanos, ya no podrían volver a poner un pie en esa playa.
Años después, solucionado el apartheid por situación de raza, difícil también ahora resulta a los constructores abanderados vacacionar en el motel de playa por ellos construidos, ahora, por razón de bajos salarios. Y esta es una de las tantas presencias en la ausencia de Fidel Castro.