LA HABANA, Cuba.- Para los que no lo conozcan, Rocco es el nombre que recibe el refrigerador del personaje de Diego en el filme cubano Fresa y chocolate (1993) de los directores Tomas Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.
Proveniente de la fábrica americana General Motors, Rocco, en esa cinta, observa el crecimiento y consolidación de una relación de amistad entre un culto homosexual y un joven revolucionario, en un contexto setentiano opresivo y asfixiante para todas aquellas personas que no concurrieran en el patrón del “hombre nuevo”.
Pero en la película, que no registra tintes fantásticos que le den voz espectral a Rocco, el principal rol de este equipo electrodoméstico está ligado a la metáfora del deterioro y la obstrucción, luego de una época de crecimiento económico.
A veinte de años de esta participación suya en la pantalla grande, reencontramos a Rocco en el barrio capitalino de San Isidro, en un espacio chic e independiente abierto hace pocos meses bajo la denominación de Gorría Estudio.
En esta oportunidad lo hallamos horizontal, a manera de féretro, acompañado de flores y de su respectiva reseña biográfica de despedida, plétora de ironías, y formando parte de una macro exposición donde pintura (todas de Perugorría), instalación ―Rocco en sí mismo― y diseño automovilístico, tratan de confluir armónicamente, con algunos problemas para lograrlo.
El estudio, que se encuentra bajo la dirección de uno de los hijos del famoso actor Jorge Perugorría, se ha levantado en la que anteriormente era la panadería de la zona; transformando la visualidad del contexto y provocando extrañamiento entre los no invitados a las muestras.
Bajo la mediación de Sue Callaway, reportera del Time Group, el diseñador colombiano Alfonso E. Albaisa logra que sea el suyo el primer carro registrado que ingresa a Cuba proveniente de los Estados Unidos en más de 50 años. Un hermoso prototipo que, durante esta expo, los asistentes pudieron manosear, tomarse fotos y pretender que conducían un súper auto de lujo. También como parte de esta presentación, Albaisa dictó una breve conferencia sobre su trabajo.
Impetuoso en medio de la gran sala de la galería, llamativo desde el rojo vino brillante que lo cubría, la exhibición del auto estaría disponible sólo por esa noche pues, según las propias palabras de Albaisa, “el carro embarcaría a la mañana siguiente rumbo a la trituradora en Estados Unidos”.
Aire acondicionado, cámaras de video, música, aperitivos, bebidas, buena música electrónica… la expo tenía todo lo necesario para ser memorable.
Sin embargo, algunas interrogantes quedaban sin responder como para sentirnos completamente confortables, por ejemplo: ¿cómo logró Perugorría apropiarse de un espacio estatal para su galería privada? ¿Por qué instalarse en medio de un barrio tan pobre que geográficamente está alejado de centros comerciales y culturales importantes? ¿Cómo reaccionaron los vecinos de la zona ante la noticia? ¿Le brindaron su apoyo? En conversación casual con un joven vecino de la zona, este comentó que no le habían informado a la comunidad de la entrega de este espacio a Perugorría.
Durante la recién celebrada 1ra Bienal de Diseño, se inauguró una expo colectiva que contó con un concierto musical en el espacio público de Nube Roja donde colaboró Cucú Diamante ¿Qué tipo de proyecto cultural piensa realizar más allá de un concierto esporádico en el parque de la zona, a cargo del grupo musical de sus hijos, y un par de exposiciones de artes visuales donde por demás establecen el derecho de admisión? ¿Existirá interés por acercarse a la comunidad, o permanecerá como hasta ahora, como un ente entraño (acaso colonizador) para todos los no afiliados al mundo del arte? ¿Se ha pensado en el impacto que tendrá esto en el contexto?
Por otro lado, ¿por qué llega a hurtadillas este auto de lujo con la ya mencionada connotación que ostenta? ¿Su visita formará parte de la “apertura” generada por el nuevo momento en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, o se trata de mera estrategia de mercado?
Gorría Estudio forma parte de un gran despliegue de talleres, centros culturales, estudios desarrollados por artistas, curadores, dealers y marchantes, que actualmente advierten la oportunidad de agenciarse un lugar dentro de la promoción y comercialización independiente y desorganizada del arte cubano. Pero, ¿qué papel están jugando las instituciones oficiales en todo esto? ¿A quienes están respondiendo sus decisiones?