LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Mercedes Alonso lleva dos años sin dormir. La anciana de setenta años, vecina de la calle Condesa # 78 entre Manrique y Campanario, planta alta, en el municipio Centro Habana, pasa las noches en vela, auscultando los ruidos de la madrugada.
Antes no era así. Trabajó durante cuarenta y cinco años como auxiliar de limpieza en el hospital Calixto García, de La Habana. En su centro laboral le “otorgaron” una casa de tres cuartos y un baño. La familia creció hasta llegar a los doce miembros, que se mantienen inscritos en el registro de la vivienda.
El problema comenzó el 6 de junio de 2009 cuando la llamaron al trabajo para decirle que una parte de su casa se había derrumbado. Desde entonces la vivienda no dejó de desplomarse, hasta quedar reducida a la sala y el baño, a la intemperie.
En los restos del baño, el inodoro está rodeado por residuos de pared inclinados por la gravedad. Durante el invierno se bañan en la escalera de entrada a la casa para evitar resfríos.
-No pido ni siquiera una casa, sólo que me alberguen con mi familia, para evitar una desgracia -aclara Mercedes, mientras muestra la libreta de racionamiento donde aparecen registrados los doce familiares.
Ante la indiferencia de las autoridades, una hija de Mercedes se apropió de un almacén que el gobierno había declarado ya inhabitable.
-Aunque se mojan cuando llueve, al menos cuatro miembros de la familia encontraron dónde dormir –enfatiza la señora.
El temor de Mercedes crece cuando llega la noche. Ella vela el sueño de sus hijos y nietos de tres, cuatro y nueve años. Apilados en la sala que amenaza con derrumbarse se acomodan en las camas improvisadas para pasar la noche. Mientras, la anciana se mantiene alerta, tratando de descifrar algún ruido que indique que las paredes se vienen abajo.
Las autoridades municipales declararon en “peligro de derrumbe” la vivienda. El arquitecto de la comunidad les recomendó que se mantuvieran en la parte derecha de la sala, que, según el dictamen técnico, es la de menos riesgo de desplome.
Hasta el momento las promesas de albergar a la familia no se han materializado. Mercedes está dispuesta a residir en cualquier lugar, siempre que el espacio sea suficiente.
Su hijo, Félix A. Guerra, entregó cartas en el Consejo de Estado, en el Poder Popular, la Unidad Provincial de Albergados y hasta el Canal de Televisión Habana, alertando sobre la situación de peligro en que se encuentra la familia; pero nadie ha respondido.
La única ayuda que el gobierno les ha ofrecido es proporcionarles la alimentación en una cafetería del Estado, y apuntalar con madera lo que queda de la casa. Pero los vecinos de la planta baja, quitaron y vendieron las maderas con las que apuntalaron la vivienda.
Cuando me despedía de la anciana me ofreció un paquete de café, en agradecimiento por ayudar a hacer pública su situación. Al despedirnos me dijo: Con eso me basta para que la esperanza no se derrumbe.