
LA HABANA, Cuba.- La dictadura castrista y sus historiadores nunca han querido reconocer la ayuda que los Estados Unidos han proporcionado a Cuba, que comenzó mucho antes de la guerra hispano-cubano-americana, cuando el 6 de marzo de 1897, McKinley, presidente de EE. UU., públicamente calificó de guerra “incivilizada y de exterminio” la reconcentración de Weyler.
El entonces presidente estadounidense envió el 26 de junio de ese año una severa nota al embajador español Dupuy de Lóme, por los excesos de la guerra, y gracias a sus presiones, Weyler fue sustituido por Ramón Blanco Arenas, quien aceptó la misión de pactar la paz con los independentistas.
A continuación, algunos datos sobre la ayuda estadounidense que debemos recordar:
El 9 de febrero de 1898 llegaron a La Habana cincuenta toneladas de medicamentos de la Cruz Roja Americana para los precarios hospitales del país.
El 9 de marzo de ese año el Congreso de EE.UU. aprobó un crédito de 50 millones de dólares extras para la defensa de Cuba.
A partir de los meses de marzo-abril de 1898, Máximo Gómez y Calixto García decidieron apoyar a las fuerzas del ejército de Estados Unidos, conscientes de la ayuda prestada por ese país.
El 19 de abril, El Congreso de EE.UU. proclamó que “Cuba es y debe ser libre e independiente y que los EE.UU. no tienen intención ni deseo de ejercer en Cuba soberanía o dominio”.
El 10 de mayo el gobierno de la República en Armas agradeció la colaboración de los miembros del Ejército de Estados Unidos, quienes se retiraron de Cuba el 7 de agosto de 1898, con quince mil bajas, más de mil heridos y 2,565 enfermos.
La soberanía española cesó en Cuba aquel domingo 1ro de enero de 1899.
A partir de ese momento el gobierno de estadounidense, sin experiencia alguna en asuntos coloniales, asumió el desafío de ayudar a Cuba, donde reinaba el hambre y las enfermedades, sin industria, ni agricultura, y vacío el tesoro público.
En junio de 1900, mucho antes de finalizada la ocupación norteamericana, el gobernador general Leonard Wood logró que, en septiembre del año siguiente, 1901, treinta y un delegados, en su mayoría partidarios o representantes del ejército mambí, redactaran la Constitución de Cuba de 190l, que entró en vigor el 20 de mayo del siguiente año, una nueva era de libertad política.
La difícil tarea entonces para los cubanos fue despojarse de la influencia española, donde los cargos públicos eran fuente de lucro personal, privilegios de poder, fraudes electorales y un pueblo inexperto, incapaz de combatir la inmoralidad política y administrativa.
Conocedores de ese mal, los EE.UU. hicieron una última e importantísima ayuda a los cubanos: disolvieron el ejército de los veteranos, una fuerza bruta e indolente. De esa forma evitaron que el vacío de poder dejado por los españoles agravara al país, cuando ambiciosos caudillos en disputa, caciques militares, más un ejército desorganizado y sin nivel intelectual y cultural alguno, se hiciera cargo de Cuba.
Martí, que conocía perfectamente que la Isla sufría de una indolencia tropical, mostró su agradecimiento a Estados Unidos cuando les dijo: “Estamos firmemente resueltos a merecer, solicitar y obtener su simpatía, sin la cual, la independencia sería muy difícil de obtener y mantener”.
Vale la pena mencionar por último algo que tampoco ha querido reconocer la dictadura de Fidel y Raúl.
Se trata del juramento que hizo el líder guerrillero de los Castro, en la Sierra Maestra, en una carta enviada a Celia Sánchez, donde explicó que su destino, a partir de los ataques por avión contra la casa de un campesino, sería “la guerra que voy a echar contra ellos”, refiriéndose a los americanos.
La carta está fechada el 5 de junio de 1958, pero lo que Fidel Castro no sabía en ese momento fue que tres meses antes, a partir del 13 de marzo de ese mismo año, Estados Unidos comenzó a suspender el envío de armamento a Batista. Este, al sentirse desamparado por el gobierno estadounidense, envió una nota a E.T. Smith, embajador de EE.UU., donde lamentaba que la neutralidad asumida por ese país favoreciera a los rebeldes de la Sierra.
Unos meses antes del fin de la guerra de guerrillas, era Gran Bretaña y no Estados Unidos, quien vendía aviones cazas “Sea Fury” a Batista. Por último, los primeros días de diciembre, el propio Smith, en nombre del Departamento de Estado de EE.UU., le pidió a Batista que abandonase el poder.
Fuentes consultadas:
Cuba Cronología, cinco siglos de historia, política y cultura, de Leopoldo Fornés-Bonavía Dolz, Editorial Verbum, España.
Breve historia de Cuba, Jaime Suchlicki, Pureplay Press, Los Angeles, EE.UU.