LA HABANA, Cuba, 10 de julio de 2013, Reinaldo Emilio Cosano Alén/ www.cubanet.org.- El régimen, de manera insólita, ignorando quebrantos ajenos, se ocupa en la última década de resucitar prominentes artistas e intelectuales que antes llevó al matadero político.
Son los mismos que sepultó durante décadas por contravenir los cánones de la ortodoxia oficialista, por “delitos” de homosexualidad o dejar el país. Lo hace ahora mediante la vía expedita de aprovecharse de centenarios de nacimientos, astutamente por turno y conveniencia, para justificar la vindicación pública sin dar su brazo a torcer, astutamente sin ofrecer disculpa pública ni ruborizarse siquiera. Especie de borrón y cuenta nueva.
¿Qué derecho tiene gobierno alguno de arrebatar a la nación parte de sus bienes inmateriales personificados en autores, artistas, músicos, escritores, poetas, bailarines, deportistas, científicos…por no comulgar con sus ideas?
Entre los resucitados están el poeta y escritor, vilipendiado, marginado, José Lezama Lima; el no menos vilipendiado poeta, escritor y dramaturgo Virgilio Piñera, relegado en vida a empaquetar libros en una biblioteca pública; o el artista de la plástica Raúl Martínez, apolismado, lo mismo que Piñera, Reinaldo Arenas y otros por su “vicio” homosexual.
Pero no llegó el turno a José Ángel Buesa en el centenario de su nacimiento ocurrido en Cruces, antigua provincia Las Villas, el 2 de septiembre de 1910, fallecido el 14 de agosto de 1982 en República Dominicana, donde fue profesor de Literatura en la Universidad Nacional Pedro Enríquez Ureña.
Caso insólito es que la producción de Buesa continúa siendo best seller desde que publicó en La Habana, en 1923, a la edad de 22 años, sus primeros versos. La fama creció e hizo eclosión con Oasis, poemario de 1943, considerado entre los más leídos de Hispanoamérica, traducido al inglés, ruso, polaco, portugués, chino y japonés. Fue también novelista y escritor de libretos para la radio y la televisión. Gran impacto tuvo entre los radioyentes la serie Rafles, el ladrón de las manos de seda, expresión que pasó al refranero popular para referirse a los cacos muy habilidosos en su “arte”. Adaptó con enorme audiencia las aventuras Tarzán, el rey de la selva, de Edgar Rice Burroughs.
El régimen lo descalificó temprano por irse de Cuba. Tejió cierta leyenda negra erótica sobre su persona y obra que desbordaba los límites de la decencia. Pero tuvo efecto contrario: el halo de misterio aumentó la demanda y circulación de su obra. Las editoras estatales nunca lo publicaron. De facto, prohibida.
Críticos opinan que Buesa peca de meloso sentimentalismo, artificioso más bien que artístico, elegíaco, expresión del neo romanticismo insular y americano. Pero el mejor juez es el pueblo que adoptó su obra. El Poema del Renunciamiento, particularmente la primera estrofa, es repetido por enamorados hasta en cansancio; incluso el primer verso como refrán de suceso efímero:
“Pasarás por mi vida sin saber que pasaste, pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, fingiré una sonrisa como un dulce contraste, del dolor de quererte…y jamás lo sabrás”.
Sorprendente resulta que medio siglo después reaparezca la circulación y venta de las obras de Buesa, aunque en impresión clandestina, artesanal, sin marca de imprenta ni fecha, a cargo de particulares anónimos, prueba de la vigencia de Buesa, digno de figurar en el Libro Guiness de Récords como Best Seller perpetuo del planeta.