FORT PIERCE, Estados Unidos.- Cuando el próximo 10 de diciembre tenga lugar la ceremonia de entrega de los Premios Nobel en la Sala de Conciertos de Estocolmo, serán distinguidas once personalidades en seis categorías.
Las investigaciones para desarrollar máquinas moleculares diminutas fueron determinantes para que se premiara a los científicos Jean-Pierre Sauvage, James Fraser Stoddart y Bernard Lucas Feringa, todos destacados en el campo de la nanotecnología, mientras que los físicos David Thouless, Duncan Haldane y Michael Kosterlitz fueron galardonados por sus descubrimientos sobre los estados pocos usuales de la materia. El japonés Yoshinori Ohsumi lo recibió en el campo de la medicina y el estadounidense Oliver Hart y el finlandés Bengt Holmström en la economía.
En las comunidades científicas surgieron ciertas polémicas ante la posibilidad de que otros también pudieran ser merecedores del reconocimiento, pero no se ha dudado de la precisión de los expertos encargados de la decisión del Nobel; lo que no ha sido igual para las categorías paz y literatura, más cercanas a las multitudes inmersas en la rapidez de esta época, tal vez sin el tiempo necesario para consultar con detenimiento todo el volumen de información que cada día aparece en el mundo. De ahí que nos olvidemos un tanto de los químicos y los físicos para adentrarnos en algunos polémicos puntos de la política mundial, y en unos pocos sucesos del mundo del arte.
Pero no solo estos elementos del sentido práctico de la vida actual han sido decisivos para fijar la atención en los premiados en dichas categorías, sino la polémica generada en torno a las sorprendentes premiaciones.
Entre los propuestos al galardón en la categoría dedicada a la paz había fuertes candidatos con una meritoria labor, entre ellos el Dr. Denis Mukwege, del Congo, propuesto en varias ocasiones por su trabajo encaminado a la ayuda de mujeres violadas durante las guerras civiles del país, para lo que ha fundado el hospital Panzi, centro donde se han atendido más de 50 000 víctimas.
Igualmente fueron propuestas ejemplares la alemana Ángela Merkel, quien ha jugado un papel relevante en la crisis migratoria de la Unión Europea; la activista iraquí Nadia Murad, embajadora de la ONU por su dedicación al sentido de la dignidad de los sobrevivientes del tráfico humano; y la rusa Svetlana Gannushkina, impulsora de la asistencia legal a migrantes y refugiados y promotora de los derechos de los desplazados y las minorías étnicas rusas.
No obstante, el Comité del Nobel del Parlamento Noruego prefirió en esta ocasión distinguir a Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, por su labor encaminada a solucionar de una forma pacífica el mayor conflicto de la región, algo que se lograba recientemente tras la firma de los acuerdos de la paz entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, decisión que se había tomado previa al plebiscito popular que la rechazara.
Ya muchos han tratado el tema, no siempre desde la óptica de la justicia y la imparcialidad, sino dejados llevar por sus posiciones y concepciones políticas, muchas veces estereotipadas y carentes de verdadero conocimiento de causa-efecto, y sin la comprensión del porqué del “no” del pueblo colombiano.
Estemos de acuerdo o no, hemos de admitir que todas las propuestas son lógicas, y cumplen con los requisitos establecidos por Alfred Nobel en su testamento respecto a que fuera otorgado a quienes se destaquen en acciones relacionadas con “la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”, estos dos últimos aspectos considerados para poder distinguir a José Manuel Santos, algo que debe ser conocido por aquellos que se han pronunciado contra el premiado presidente.
En relación con el Nobel de Literatura las reacciones han sido sorprendentes. Muchos han dado su aprobación haciendo defensas desde razonamientos muy lógicos, aunque se aparten del testamento de Nobel, algo que indudablemente debe ser respetado. Recordemos que el filántropo sueco quiso que se distinguiera “a quien hubiera producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal”.
Patti Smith, la cantante y poetisa estadounidense, tal vez, por su condición de cantante, compositora e instrumentista, puede ofrecer la mejor opinión respecto al polémico tema del Nobel de Bob Dylan. Smith, reconocida y admirada por multitudes, al igual que Dylan, ha contribuido a la grandeza de su obra musical a través de la poesía de sus canciones.
En una entrevista por motivo de su último libro de memorias fue muy precisa al referirse a su admiración por el escritor japonés Haruki Murakami —nominado al Nobel de literatura—, de manera especial por su obra Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, aunque trató de solucionar el contradictorio asunto con una respuesta lógica, con la que, de manera ética e inteligente, dejando a un lado el nacionalismo banal y su condición de música, supo situarse como escritora y excelente juez.
Smith, Comendadora de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, defendió el testamento de Nobel al preferir la distinción para el japonés Haruki Murakami, un verdadero escritor, dejando para el músico Bob Dylan: “un galardón especial por su enorme contribución poética, sentimental y política al cancionero americano con algunos de los temas más increíbles de la historia”.
Conflicto resuelto; pero ya no hay retroceso y la enigmática artista no forma parte del selecto grupo de intelectuales y literatos encargados de deliberar y seleccionar al ganador de tan honorable distinción, esta vez sin comillas, pues realmente es honorable, independientemente de los posibles desaciertos —propios de la condición humana— de la Academia Sueca, que han dejado a un lado no solo a Murakami, sino al sirio-libanés Adunis, o a los norteamericanos Roth y Oates, preferidos por los intelectuales.
El Nobel de Química es para químicos, el de Física para físicos, lo que no excluye que matemáticos y astrónomos que participen en investigaciones afines con estas ramas puedan ser merecedores del premio, siempre que pueda demostrarse su aporte trascendental en estas disciplinas; por lo tanto el Nobel de literatura es para escritores en cualquiera de sus géneros y estilos, no para músicos, independientemente de que los textos que utilicen en sus obras musicales lleguen a ser verdaderos paradigmas, y que de manera aislada del contexto musical sean poesías extraordinarias.
Muchos compositores han contribuido a través de los textos de sus canciones a enaltecer la poesía contemporánea; lo que no los hace necesariamente escritores de primer orden como para recibir un Nobel. Dylan podrá ser un genial músico, lo que resulta reconocido por todos; pero su trascendencia está dada a través de la música, la que se sustenta en textos de elaborada factura; pero no de la literatura.
La excepción que por primera vez ha hecho la Academia Sueca para el caso de Dylan, ha sorprendido a todos, incluido el propio músico, quien se tomó su tiempo para meditar y poder interiorizar lo que al parecer considera inmerecido. Su negativa, hasta hace solo unos días, para responder al llamado de los académicos y organizadores de los eventos de premiación así lo sugiere.
De cualquier modo, en toda premiación siempre habrá dudas, contrariedades, aciertos y reveses. Tal vez con la literatura y la paz muchos estamos sorprendidos, en desacuerdo y hasta decepcionados; pero nos queda como compensación que un grupo de notables investigadores de manera justa reciba su premio el próximo diciembre; aunque las multitudes los desconozcan a pesar de sus extraordinarios aportes al desarrollo científico del mundo.