LA HABANA, Cuba.- Hay incidentes e imprevistos que pueden ocasionar un giro sorpresivo en la carrera de un artista. Tener que reemplazar repentinamente a una figura importante puede servir para que el substituto fracase o, por el contrario, demuestre su talento y se afiance en un nivel más alto del que tenía hasta entonces.
Eso le acaba de ocurrir a la bailarina Ginett Moncho, quien tuvo que ocupar el lugar de Viengsay Valdés en una obra durante el Festival Internacional de Ballet de La Habana, que se desarrolla en estos días en el afamado Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
La pieza en cuestión fue Un concierto en blanco y negro, divertimento en el cual su autor, José Parés, puso a dialogar la técnica del ballet académico con el Concierto en Re Mayor para piano y orquesta de Joseph Haydn, que había sido estrenado en 1952 por la entonces Compañía Alicia Alonso. Este representativo ejemplo del neoclasicismo en el ballet cubano fue programado para esta edición del Festival Internacional como una gala de homenaje a Parés, que en estos días habría de cumplir noventa años.
Desde el principio, se pensó en Viengsay Valdés para la obra, por la brillantez de su carrera, que la ha llevado a ser, durante quince años, primera bailarina de la compañía cubana y a que la crítica internacional la considere una de las más grandes figuras de la danza clásica en el mundo. Ella, en cambio, aunque no llegó a reconocerlo abiertamente, demostró poco compromiso con Blanco y negro.
Técnicamente, la obra no le resultaba difícil, y mucho menos a alguien con sus condiciones y su nivel profesional, pero es posible que se sintiera sobrepasada por la enorme carga de trabajo que tenía, ya que había hecho varias giras recientemente y había ensayado poco. Quizás le daba más prioridad a la pieza Oscurio, de la coreógrafa colombiano-belga Anabelle López, que era un estreno mundial en la apertura del Festival.
Con solo cuatro días de antelación, finalmente, Viengsay fue sustituida por Ginett Moncho, que estuvo a la altura de una prueba tan ardua. Aunque sea bailarina principal, de todos modos su jerarquía está por debajo de la de Viengsay, primera bailarina de la compañía con un gran historial.
No obstante, Ginett demostró su calidad técnico-artística y su fuerza sobre el escenario. Un concierto en blanco y negro resultó exitoso y muchos ojos se centraron sobre la bailarina matancera que hasta ese momento no había llamado mucho la atención y no había encarnado grandes papeles. De hecho, su actuación en la obra de José Parés trajo como consecuencia que el bailarín mongol Altankhuyag (“Altan”) Dugaraa la invitara a bailar con él un solo moderno, lo cual le permitió a ella destacarse todavía más.
Altan Dugaraa es el bailarín más exitoso de su país y ha trabajado con numerosas compañías internacionales. Desde 2007 es miembro del Boston Ballet y se ha destacado en clásicos como Giselle, El lago de los cisnes, La fille mal gardée o Afternoon of a faun. En 2010, obtuvo la residencia permanente en Estados Unidos y actualmente funge como embajador cultural de Mongolia.
Aunque todo esto no afecta en absoluto la carrera de Viengsay Valdés, no son pocos los trabajadores y bailarines del Ballet Nacional de Cuba que han sentido disgusto con su acción, pues intentó culpar al bailarín Daniel Barba de sus problemas en Blanco y negro y —antes de abandonar el ensayo general bruscamente— lo trató de forma humillante, a pesar de que Barba es talentoso, tiene mucho potencial y es muy apreciado por sus compañeros.
A diferencia de otras bailarinas importantes en la compañía, Viengsay acostumbra a ser distante, a relacionarse con muy poca gente y a actuar como una diva. Pero eso se puede entender o al menos aceptar. Lo inadmisible, sin embargo, es que una artista de su rango sea capaz de dar tan pésimo ejemplo.
Además, se vio mal que Viengsay no participara en un homenaje a José Parés, que tanto dio al Ballet Nacional como bailarín y como coreógrafo. En definitiva, fue ella quien se perdió una memorable función.