VILLA CLARA, Cuba.- Varias son las dudas que abaten al ciudadano común tras la elección del polémico presidente estadounidense, Donald Trump. Hostigado por la frecuente componenda mediática, no sabe ni entiende de sus propuestas domésticas, salvo los dislates delirantes que le convierten en un soberano espinudo.
Empero, en un bolsillo esconde el ordinario su goce malévolo, el choteo insular que pacienzudamente antologizara Jorge Mañach, como hábito típico de quien aparentemente no mira —ni aguanta— golpes y contragolpes de las políticas ejercidas sobre su vida y las de parientes absortos, mientras se “lucha” y parapetan en un limbo conceptual.
Nuestra prensa, que ni prensa casi, no ha entrevistado a gente ordinaria sobre esa cuestión, porque últimamente sumo tacto asoma en las escuetas notas referidas al vecino de enfrente (de hecho, solo se esbozó la ¿congratulación? del general por la victoria del rubicundo Atila), pero quizá ya lo haya hecho con probos del propio bando.
La impredecibilidad del suceso Trump, desató una histeria de prejuicios bipolares. Porque “nadie imaginaba lo que vendría” a acontecerle a un pueblo como aquel que, al final, no es el nuestro, pero sí. Y equivocarse es, confirmado, cosa de seres preclaros momentáneamente entretenidos.
O sea, debemos prever que una gravedad estilo “invierno nuclear” trastornaría el curso de la historia, el destino del hombre y la naturaleza. Por supuesto, con nosotros, los invencibles, atomizados dentro.
Pero siempre habrá, en cualquier democracia imperfecta y soberbia, herramientas y personas razonables para evitar que el botón macabro se pulse sin que le den al insensato una refriega y un manotazo a tiempo.
Los cabalísticos aquí opinan que el #45 desmarca al “tiburón” en la charada cubana que juegan todos los días clandestinamente. Y muchos ganaron apostando ese día al Fantasy Five de la Loto Floridana. Que igual baña y salpica.
Con la administración saliente del “año del cuero” (#44) creyeron que la industria tenera nacional resurgiría, esplendente de rumiantes. Mas la visita de Obama, a ese sector especialmente deprimido de la agricultura, poco adelanto trajo. De hecho, no se divisan carnes rojas ni pieles genuinas en el inmisericorde panorama.
Mientras, el gobierno nuestro hace como que no le afecta lo que amenace su brillante carrera, porque considera deleznable cualquier intendencia imperial. Moviliza tropas, obreros y campesinos en un despliegue de cinco días cuyos costos jamás conoceremos, y expende los menudos recursos de esta nación —contraída hasta lo famélico— que deberían invertir en su desarrollo (o en auxiliar al guantanamero recién asolado). Se inviste así del mismo ardid que cuando Reagan o Bush arrasaron urnas. Prima hoy pues, por rutina estéril, la saga peculiar.
Los cubanos, del otro lado del mal, rezongan en calles y redes porque les salió el tiro por la culata (a la gran mayoría) en el estado sureño que consideran suyo, y donde no se confinó a la Clinton al plano segundón.
¿Se preguntaron qué abstencionismo extraño gravitó en ese resultado adverso? ¿Y las mujeres que vejó, distinguieron con su voto tan cavernícola/violenta verborragia?
Acá los corresponsales aguerridos ripostan a esas quejas con una verdad perentoria: en 4 años podrán quitárselo de encima si no estalla antes nuevo “gate” escandaloso. U otra Lewinsky ovule sobre el despacho oval. Y si la estancia extendiera a 8, pues por algo será. Y nada habrá de remediarlo.
Relegan en cambio que en Cuba nada —ni nadie— es removible/imprescindible si así lo deciden sacrosantos carcamales.
El (des)consuelo que nos queda es el del resignado que vive en la absurdidad de más de medio siglo de militarada impertérrita y que, por ende, continuará ejercitándose a sus anchas (y cito a jaranero cincuentón): “machucarás tu quimbombó en el gigantesco resbalillo”.
Preguntadas personas sobre el mañana de “trumpadas” surrealistas, respondieron:
“Lo que hace falta es que ese traste eche pa’cá y arregle este problemazo, porque no tengo ni (con) qué contar en clase. La escuela está pelá y mis socios lo que quieren son ¡turistas! pa’l swag y la gozadera. A ver si muerden el anzuelo y caen. Visa incluida”, comenta Yersy, de 17 años y alumno de preuniversitario.
Ramón, exmilitar retirado y mecánico de 46 años: “A mí lo que más me mortifica es que cejemos en la confrontación con el enemigo más poderoso/odiado del mundo, aunque ayer nos merendáramos a Obama, al menos en televisión. Los yanquis quieren apoderarse de esta belleza, porque hemos sido un clavo encendío en el corazón del monstruo. Estaremos preparáos pa’lo que sea, por eso repetimos: ¡Señores imperialistas, no les tenemos absolutamente ningún miedo! Con Trump o sin él, ganaremos la pelea”.
“La era del loco que puede significar ‘Triunfo’, tendrá cosas negativas pero dos cosas buenas: la cámara y el senado estarán de su lado aunque a algunos no les guste ni una pizquita. Y hasta pretendan sustituirlo incluso antes de la coronación. Porque tal vez consiga para los cubanos lo que los demócratas precedentes —y hasta la dama misma, de haber sido elegida si no fuera tan glotona— jamás podrían, como derogar leyes estúpidas, acabar con el embargo, vendernos hasta el capitolio, en fin: hacer tratos substanciosos con gente que pague sin trampear, y mejorar la economía que hoy depende demasiado del aparato de guerra. En cuanto al argumento que tanto aterroriza a los demás orates nucleares, se olvida fácil la súplica del comandante al soviet supremo cuando la crisis de los misiles. Y estamos hablando de conductas o amenazas nada más, porque la realidad ha sido, por suerte, otra. No le tengo tampoco miedo, por mucho que suene a consigna ‘revolucionaria’, al presidente estrambótico, como no se lo tuve al nuestro en pleno clímax mambisero. Los políticos son idénticos; un montón de agarrados a la gloria y el poder”, apunta Donato, informático y dulcero de 46 años.
Mercedes, exprofesora y ama de casa de 56 años, expresa: “El dinero parece ser la gran pasión del elegido, mire Ud. si no el emporio tremebundo que forjó: fábricas y universidades a fuerza de empeño por ser tan obstinado como inculto, por tanto, considero que ese alguien que reemplazará a Obama es negociante nato y transará con quien se lo ofrezca clarito. Ya sobre la vulnerabilidad de mujeres y gais ha soltado obscenidades. Y la plebe se divierte a mares. No tendrá reparos en saltarse protocolos cuando haya fortuna esperando. Eso puede beneficiarnos —por un lado— y a la vez poner al gobierno en jaque sobre eficiencias que no tiene”.
“Es una incertidumbre inmensa la que nos embarga, pero para los intereses de América en general y de Cuba en particular es preferible siempre el dialogo firme, y el cumplimiento del derecho internacional por parte de ambas jefaturas, las que acostumbran pisotear acápites, ignorar resoluciones y hasta no aceptar elementalidades como la internet o la visita de un relator, lo cual favorecería el desempeño de los derechos humanos en mi país y el resto del mundo. De lo contario, la hostilidad y la confrontación conducirán a incontrolable ira, a no ser capaces de mantener cierta convivencia civilizada, perjudicando directamente a la comunidad que procuramos cohabitar”, reflexiona Amador, historiador y expreso político de 63 años.
Y finalmente Claudia, estudiante de medicina de 22 años, expresa: “No conozco a ese señor y apenas me queda tiempo para mirar el noticiero o leer nada. No creo que el plan exportador médico cubano —que es mi meta— se vea afectado por quien salga a mandar en los EE.UU. Mejor debo velar qué es lo que suceda en Brasil, digamos, porque ahí pincharemos bien si no se acaba el arreglo. Lo demás es pura cáscara de piña”.
Por cierto, ¿será mera coincidencia que desde el pasado día 7 (aniversario 99 de la Revolución de Octubre) frescas temperaturas refresquen la isla, extinguiendo, como preámbulo al pucherazo, los infernales calores que nos asaron en verano?