LA HABANA, Cuba. -Entre los males que va a dejarnos Fidel Castro como herencia, alinean la rigidez de pensamiento, la intolerancia y una cierta enfermiza inclinación hacia el fanatismo político. Lo curioso es que tales rémoras no las sufren hoy sólo los fidelistas. Se trata de un legado que el adoctrinamiento nos sembró en la sangre a todos, desde niños, y con el que cada uno de nosotros influye y se deja influir, por ósmosis, en su entorno familiar y en el resto de sus relaciones de convivencia. A muchos cubanos, y en particular a los que están contra la dictadura, les disgustaría constatar hasta qué punto han sido penetrados por el fidelismo.
Sin embargo, es un hecho que esta herencia forma parte del pan cotidiano entre nosotros, en todos los estratos de la Isla y entre las más diversas manifestaciones, sociales, culturales, intelectuales, políticas… De manera que los miembros del movimiento de oposición pacífica no tendrían por qué ser ajenos a ella.
Una muestra, al menos para mí, es apreciable en la actitud de los que ahora continúan aferrados al supuesto orgullo patrio de apoyar el embargo de Estados Unidos contra el régimen cubano, y proclaman como inaceptable el complejo proceso de restablecimiento de relaciones entre ese país y la dictadura.
En el plano particular, no tengo nada que reprocharles. Cada cual es libre de sostener sus propias ideas. Y ya que las tienen, lo más natural es que las defiendan. Incluso, algunos de los pocos que han asumido esta posición expresan diáfana y hasta atinadamente sus argumentos. Piensan, por ejemplo, que nuestro régimen totalitarista es irreformable, y en eso llevan la razón. También se preguntan por qué el gobierno estadounidense tendría que negociar con la dictadura cubana sin tomar en cuenta al pueblo, lo cual es asimismo coherente desde su perspectiva como opositores. Aunque tal vez no lo sea desde la perspectiva del gobierno estadounidense, que está comprometido, ante todo, con la conveniencia de sus propios gobernados. Eso sin contar con que, no obstante no haber sido consultados, los cubanos de la Isla, en inmensa mayoría, ven con buenos ojos el acercamiento de Estados Unidos.
Y justo ese detalle es el que al parecer no han valorado algunos opositores que siguen defendiendo el embargo y el aislamiento oficial entre Estados Unidos y Cuba. ¿Puede un político aspirar a tener éxito como representante de un conglomerado si manifiesta propósitos contrarios a lo que ese conglomerado desea?
¿No han evaluado la posibilidad de que las nuevas circunstancias que se deriven de esa cercanía con la forma de vida estadounidense, podría beneficiar su propia labor política como opositores e incluso mejorar su poder de convocatoria?
Tales circunstancias están exigiendo desde ya que la oposición contra la tiranía sea conducida por políticos maduros, no sólo capaces de lograr que la población identifique los preceptos y las actitudes que les ayudarán a manejar por sí misma su capital humano y a progresar por encima de las ataduras, también deben ser capaces de liderar tales búsquedas con sagacidad e inteligencia.
No bastará (no ha bastado nunca pero aún menos en lo sucesivo) con el coraje de enfrentarse en minoría contra las hordas rabiosas de la Seguridad del Estado. Están obligados, creo yo, a buscar nuevos caminos para aumentar ostensiblemente la cifra de sus simpatizantes y para conseguir que la gente les siga, puesto que aquí no somos más ni menos cobardes que en cualquier otro país.
Quizá lo que falta para que nuestra gente eche a un lado sus miedos y se materialice la tan deseada respuesta popular, es que dejen de ver a los opositores sólo como personas atrevidas, que intentan predicar con el ejemplo exponiéndose a las pateaduras del régimen, pero que no complementan ese arrojo personal con la divulgación de propuestas movilizadoras, y no aprovechan políticamente (como políticos que son) las múltiples coberturas que ofrece el régimen con sus insuficiencias, torpezas, violaciones, ilegalidades y atropellos.
Winston Churchill, con su cinismo habitual, dijo alguna vez que un político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo. No ha sido hasta ahora el caso de los políticos que conforman la oposición pacífica en Cuba. Pero podría ocurrirles a los que –por estar mal aconsejados quizá- continúan apostando por la permanencia del llamado bloqueo y confían únicamente en lo que puedan hacer los gobiernos estadounidenses contra el régimen.
Eso de no beneficiar a la población en Cuba con tal de no beneficiar a nuestra dictadura responde a una fracasada (y realmente insensible) aberración que tal vez les convenga defender a tres o cuatro políticos cubano-americanos, cuyas aspiraciones personales no creo que converjan en sustancia con las de nuestra gente de a pie. Pero sinceramente dudo que funcione como estrategia de lucha para nuestra oposición interna, y aún menos ante el imperativo de los nuevos tiempos.
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