LA HABANA, Cuba.- Los productos alimenticios esenciales para la dieta de los cubanos continuarán escaseando ―podría hasta ocurrir una hambruna― si se mantienen los férreos controles a los campesinos y a su agricultura, la carencia de fondos para importar y las sanciones de la Administración Trump. La crisis de liquidez incrementada en el último decenio se complicó ahora con las erogaciones para evitar la propagación del nuevo coronavirus, con la paralización del turismo y las producciones.
El gobernante Miguel Díaz-Canel sorprendió con la afirmación de que hay que potenciar todo lo que apoye la producción de alimentos, como una de las tareas fundamentales del país. Se refirió, por ejemplo, a la entrega de combustible y recursos a los campesinos y a mayores facilidades en el otorgamiento de tierra, con control pero sin burocracia.
Por su parte, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) debe detectar los lugares donde se demoran los trámites para que no se conviertan en una traba, reportó el Noticiero Estelar de la Televisión, este 1 de abril.
El Gobierno cubano continúa controlando a los agricultores mediante cooperativas, la sujeción a las empresas estatales, la entidad de Acopio y la propia ANAP. Los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido Comunista y la Revolución dedican 29 artículos (150-179) a la Política Agroindustrial, pero seguimos sin malangas. Los pocos productores privados siempre han sido los más eficientes.
Las altas autoridades han descargado la responsabilidad de la alimentación en los órganos locales mediante los huertos familiares y la agricultura urbana, que solo podrían abastecer a pequeñas poblaciones. Ciudades con cientos de miles de habitantes como Santiago de Cuba tendrían dificultades, mientras que La Habana, carente de tierras cultivables y dependiente de los suministros de otras provincias, no tendría alimentos para más de dos millones de residentes. No se trata de exageración o catastrofismo: es una lamentable realidad visible en los mercados capitalinos.
En abril de 2008, durante el Pleno del Partido Comunista, Raúl Castro aseguró que la producción de alimentos debía constituir una tarea principal, como un asunto de máxima seguridad nacional. “Primero dijimos que los frijoles eran tan importantes como los cañones, y cuando la situación se agravó, llegamos a afirmar que los frijoles eran más importantes que los cañones. Algo similar le sucede en estos momentos al país”, dijo el general en la Asamblea Nacional, el 13 de julio de 2008, comparando la permanente crisis alimentaria cubana con el inicio de Período Especial en 1994.
Después comenzó la entrega de tierras estatales ociosas en usufructo y la restructuración de las cooperativas estatales ―Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) improductivas y con grandes deudas―, pero todavía los usufructuarios tienen que vincularse a una cooperativa. Las ataduras a los productores no desaparecieron, sino que se metamorfosearon.
La intervención del ministro de la Agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, en la Mesa Redonda de la televisión estatal este 30 de marzo defraudó aún más que en ocasiones anteriores. El titular recalcó que hay que sembrar más, producir más y acopiar más para llevar alimentos a los mercados agropecuarios. También mencionó la importancia de los procesos de discusión sostenidos con los productores previos al 12 Congreso de la ANAP, para avanzar. Solo que no aludió al plan elaborado por su ministerio para lograr sus objetivos.
Por su parte, José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Partido y el vicepresidente de la República, Salvador Valdés Mesa, sostuvieron tres reuniones con campesinos del oriente, el centro y el occidente del país. Ambos dirigentes reiteraron que hay que darle el máximo de explotación a la tierra y los recursos, dedicar el combustible a los tractores donde los bueyes no puedan romper la tierra, preparar la siembra de primavera, y plantar yuca, boniato, calabaza, pepino, habichuela y plantas medicinales, todo cultivo posible para “enfrentar el temporal del nuevo coronavirus”, y crear las condiciones para la sustitución de importaciones de alimentos para humanos y animales.
Como si fuera poco, las limitaciones de combustible desde 2019 afectaron la producción de arroz y tabaco, mientras la ausencia de fertilizantes y plaguicidas desmedraron cosechas de frijol y otros productos. Rodríguez Rollero ha expresado que la agricultura necesita unos 9 200 trabajadores, que ahora su ministerio intenta cubrir con los desempleados por el coronavirus.
Este podría ser el comienzo de la imprescindible liberación de la agricultura que, de no realizarse, tendrá nefastas consecuencias.
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