LA HABANA, Cuba. – Hoy se cumplen 166 años del nacimiento de José Martí, el más grande de todos los cubanos y también el más manipulado por el castrismo a través del empleo de frases que duelen por su extrema falsedad.
Hombre genial, patriota, artífice de la guerra de 1895, orador y brillante periodista, político visionario, Martí es un poeta insoslayable. A pesar de que los estudiosos lo sitúan como iniciador del modernismo su poesía no se regodea en la palabra hueca ni en los versos inextricables, rémora extendida entre quienes obvian que la poesía es, ante todo, comunicación y sentimiento. Precisamente por eso y, además, por su belleza, humanismo y hondo sentido ético, la poesía de Martí permanece, sobre todo sus “Versos sencillos”.
Ya en su famoso poemario “Ismaelillo”, dedicado a su hijo, Martí había escrito una estremecedora dedicatoria capaz de proyectarnos hacia el estado de angustia y soledad que entonces lo acompañaba entre el ataque y la incomprensión de algunos patriotas. No obstante esas dificultades, lejos de su esposa e hijo, actuó hasta obtener la unidad necesaria para liberar a la patria sojuzgada. ¿Qué espanto sería aquél que sintió entonces, cuando como único asidero buscó refugio en el recuerdo de su hijo? ¡Qué alma tan noble fue aquella que a pesar de todo su dolor confesó su fe en el mejoramiento humano, la vida futura, en la utilidad de la virtud y en su hijo! Tales palabras reflejan en parte la gran magnitud de la ética martiana, de presencia indeleble en sus “Versos sencillos”.
En ese poemario Martí logró tal perfección formal que los singulariza en el contexto literario hispanoamericano. En ello tuvo mucho que ver su proyección ética. Quizás esa sea esa la causa de que esos versos permanezcan en el corazón de muchos cubanos, incólumes, a pesar de los 128 años transcurridos desde su publicación. Esa ética se aprecia en los poemas dedicados a la mujer, la amistad, el amor a la Patria, al recuerdo de su hijo, a la tiranía y a la propia creación poética. Es significativo que ni en el más doloroso trance convertido en verso se aprecia una pizca de odio, una de las cualidades que más enaltecen a Martí.
Puso el deber para con la Patria y la fidelidad a la amistad por encima de todo. Así, en el poema XXXI, a la calma de los salones citadinos donde presuntamente debía consumarse la realización de un retrato de su amado hijo, Martí contrapone el llamado del deber. El pintor puede eternizar la imagen de su hijo pero el Apóstol prefiere otra eternización, seguramente efímera, pero más digna, al afirmar que su hijo estará mejor cara a cara al enemigo que posando para un pintor:
Para modelo de un dios
El pintor lo envió a pedir:-
¡Para eso no! ¡ para ir,
Patria, a servirte los dos!
(…)
Vamos pues, hijo viril
Vamos los dos: si yo muero,
Me besas: si tú… ¡prefiero
Verte muerto a verte vil!
Con respecto a la amistad escribió esta estrofa en el Poema I: “Si dicen que del joyero/ Tome la joya mejor, / Tomo a un amigo sincero/ Y pongo a un lado el amor”, posición que refrenda en el famoso poema XLIV, que comienza con el archiconocido verso: “Tiene el leopardo un abrigo…”
A pesar de las separaciones y desavenencias que se produjeron entre él y Carmen Zayas Bazán, supo soportarlas sin lanzar jamás siquiera un mínimo dardo contra ella. Esa actitud fue reiterada con respecto a todas las mujeres. Así consta en la sexta estrofa del poema I, donde escribió:
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado
Sin decir jamás el nombre
De aquélla que lo ha matado.
Y en el poema XXXVIII escribió:
¿De mujer? Pues puede ser
Que mueras de su mordida,
¡Pero no empañes tu vida
Diciendo mal de mujer!
Hizo de la crítica mordaz un látigo penetrante contra el oropel de lo artificial, contrapuesto a la sencillez del hombre y la naturaleza. Las resonancias cristianas están presentes en los famosos versos, no sólo en su explícito compromiso “con los pobres de la tierra”, sino también en su incapacidad para entregarse al odio. Un ejemplo es la famosa redondilla que cierra el poema XXXIX:
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo
Cardo ni oruga cultivo
Cultivo la rosa blanca.
Pero fue implacable contra los tiranos:
¿Del tirano? Del tirano
Di todo, ¡di más!; y clava
Con furia de mano esclava
Sobre su oprobio al tirano.
Ni siquiera en circunstancias sumamente difíciles se apartó de la poesía. La creación poética fue -como el mismo confesara en el extraordinario poema final- su sostén:
Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.
Yo te quiero verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y deshecho,
Parto la carga contigo.
(…)
¿Habré, como me aconseja
Un corazón mal nacido,
De dejar en el olvido
A aquel que nunca me deja?
¡Verso, nos hablan de un Dios
Adonde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
O nos salvamos los dos!
¡Qué lección para esos intelectuales que hoy cierran sus ojos ante las penurias de la Patria y dicen que lo único que les interesa es escribir, pintar, tocar o actuar bien, mientras disfrutan de las prebendas del mismo régimen que reprime a sus hermanos!
La grandeza del Apóstol no quedó constreñida a su poética pues está presente en toda su obra, esa que el castrismo debería vender en todas las librerías del país, sin mutilaciones u ocultamientos vergonzosos, para que todos los cubanos pudieran leerla y conocer por si mismos las ideas de nuestro Héroe Nacional. José Martí ha sido el más subversivo de todos los cubanos, por eso el castrismo sigue manipulando sus ideas.