LA HABANA, Cuba. — Que Cuadrando la caja, el programa semanal sobre economía política que acaba de estrenar el Canal Caribe, es más de lo mismo y no aporta soluciones, sino más bien trabas y complicaciones, lo dicen hasta en varios de los comentarios de Cubadebate.
Esa es la conclusión obvia a la que pudo arribar toda persona razonable que haya visto la primera emisión del programa, que estuvo dedicada a las utilidades excesivas en las empresas estatales.
De tratar de convencer a los televidentes de que las utilidades que cobran los empleados de las empresas estatales más productivas generan más inflación y desigualdad social se ocupó un panel integrado por el economista Agustín Lage, el exagente de la Red Avispa Ramón Labañino y Ariadne Placencia, una directora de empresa que, con sus continuas interrupciones, no dejaba hablar a los demás.
De moderar malamente el panel, a la manera de la merienda de locos de Alicia en el País de las Maravillas, se ocupó una joven doctora en Ciencias Sociales y profesora universitaria con un nombre que, más que parecer un chiste, confirma las credenciales comunistas de sus progenitores: Marxlenin Pérez Valdés.
La doctora Marxlenin es de la nobleza, no por el cariño que demostró en el programa Con filo a su lindo perrito de raza, sino porque es la novia de Fidel Castro Smirnov, el hijo del difunto Fidelito Castro Díaz-Balart, y, por tanto, nieto del también difunto Máximo Líder.
No dudo que la doctora sea una experta en su especialidad, pero en TV no logra comunicar. Bonita y sonriente, es demasiado densa al explicar. Si es así en el aula, compadezco a sus alumnos. Discúlpenme, va y la doctora Marxlenin es una erudita y yo soy muy bruto en economía, ese terreno tan árido, y más en el socialismo cubano.
Como en la continuidad neocastrista no hay casualidades y todas las jugadas están cantadas, aunque sean con desafinación, se me antoja pensar que si el primer programa de Cuadrando la caja trató sobre “las utilidades excesivas” de algunas empresas estatales es porque están al reducirlas drásticamente o eliminarlas.
Sería, más que un error, un disparate, porque desestimularía a los trabajadores, los disgustaría y, por tanto, bajaría la producción. Pero, ¿todavía alguien se asombra de los errores antieconómicos de este régimen?
En vez de dar mayor autonomía a las empresas, a pesar de las cacareadas 43 medidas, les imponen más regulaciones, trabas y limitaciones. Y todavía hay directores de empresas que, con tantos permisos como tienen que pedir a cada paso a las OSDES, se las dan de empresarios.
Hay empresas cuyas altas ganancias se deben a los abusivos precios que imponen y no a los bienes y servicios que aportan. Pero, más que por las utilidades de las empresas productoras, habría que preocuparse de las superutilidades que ganan las OSDES, un parasitario engendro burocrático, a costa de interferir y poner trabas a la economía de las empresas.
¿Aspiran los mandamases a que las pocas empresas estatales que producen y funcionan con eficiencia se igualen a las centenares que por ineficientes están con sus cuentas en números rojos?
¿Será que los mandamases, más afines y proclives al putinismo que al socialismo como Marx manda, están en el preámbulo de la privatización de las empresas estatales, buscando hacerlas quebrar, en aras de la piñata de los oligarcas verde olivo?
Cuadrando la caja, en vez de instruir, deja con muchas dudas. Ojalá sean mejores los próximos programas. Pudieran, como sugieren algunos de los comentaristas de Cubadebate, invitar, en lugar de espías y parlanchinas directoras de empresas, a economistas de verdad, como Pavel Vidal, Juan Triana o Ariel Terrero. O mejor aún, llevar al ministro de Economía, Alejandro Gil, o a Marino Murillo, el artífice de la Tarea Ordenamiento, a ver si logran explicar cómo se hace para salir de ese mojón.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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