LA HABANA, Cuba. — Hace 70 años, el 26 de julio de 1953, Fidel Castro y varias decenas de seguidores —muchos de ellos sin tener claro lo que se proponían— atacaron los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y el Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.
Antonio Guiteras, en 1932, se había adelantado en más de 20 años a Fidel Castro en la idea de intentar tomar un cuartel del ejército. Pero, a diferencia de Castro, que fracasó, Guiteras lo consiguió. Con un puñado de hombres armados con escopetas de caza, Guiteras tomó no solo el cuartel de San Luis, sino el poblado completo y luego logró replegarse con su grupo hacia la Sierra Maestra, donde permaneció alzado hasta casi un mes después de la caída del régimen de Gerardo Machado. No bajó de las lomas hasta que en septiembre de 1933 el presidente Ramón Grau San Martín lo nombró primero gobernador de la provincia de Oriente y luego Secretario de Gobernación, lo que equivalía a ser el segundo de su gobierno.
En honor a la verdad, el plan de Guiteras era mucho más modesto que el de Fidel Castro. El cuartel de San Luis era defendido por poco más de una decena de soldados, mientras que el Moncada era la segunda fortaleza militar de Cuba, con una guarnición de mil hombres.
Pero Fidel Castro era un tipo delirante, dado a los planes más descabellados, a improvisar sobre la marcha y a correr hacia delante. Su especialidad —el tiempo lo demostraría— fue sacar provecho de sus reveses y convertirlos en victorias, o, al menos, en algo que lo pareciera o que él pudiera presentar como tal.
Era harto improbable que los 160 fidelistas, armados con pistolas, carabinas 22 y escopetas de caza, y sobrepasados varias veces en número por los militares, hubieran podido tomar el cuartel Moncada. Pero, ¿y si así hubiera sido? Es más, supongamos que también hubieran logrado tomar los cuarteles de la Policía Nacional y de la Marina de Guerra. ¿No se habría convertido Santiago de Cuba en una ratonera?
Si los fidelistas hubiesen tomado también el cuartel de Bayamo, ¿habrían podido contener luego a los refuerzos del ejército que acudirían sobre Santiago? Luego de retirarse de la ciudad, ¿hubiesen podido los rebeldes escapar de los bombardeos de la aviación y refugiarse en la Sierra Maestra para iniciar la guerra de guerrillas?
Los fidelistas no lograron tomar el cuartel Moncada y aquello se convirtió en una sangrienta debacle. No podía resultar otra cosa de aquel plan demencial que incluía barbaridades criminales, tales como la toma de un hospital civil.
En el Moncada murieron 22 militares y 64 revolucionarios, ocho en el asalto y 56 que ultimaron los soldados luego de haberlos hecho prisioneros.
Resulta enajenante que aquella carnicería que dio inicio a una pesadilla que parece interminable luego de 64 años de una dictadura que ha llevado a Cuba a la ruina se haya convertido en fecha de fiesta nacional, la más larga festividad castrista, con tres días feriados y carnavales hasta hace unos pocos años.
El ataque al cuartel Moncada, junto al desembarco —o más bien el naufragio— del yate Granma y la consiguiente desbandada de los expedicionarios sobrevivientes, no por fallidos han dejado de ser los pasajes más ensalzados de la mitología castrista, tan dada a la muerte, el drama y los fracasos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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