LA HABANA, Cuba. – El Grupo de los 77 surgió en 1964, como una iniciativa de los países menos desarrollados, ahora les diríamos del Sur, con el objetivo de aunar puntos de vista en sus negociaciones con las naciones más desarrolladas, ahora les diríamos las del Norte.
En sus casi 60 años de existencia, este grupo solo había celebrado dos conferencias cumbres, con la participación de los jefes de Estado o gobierno. Esas citas fueron en La Habana en el año 2000, y en Catar en el 2005. Esta escasez de eventos de alto nivel no debe de ser vista como un hecho casual. Más bien deberíamos contemplarla como una aceptación, en el fondo, de la poca operatividad resultante de un conglomerado tan grande de naciones, con una amplia diversidad geográfica, ideológica y hasta de niveles de desarrollo.
No obstante, los gobernantes cubanos se dieron a la tarea de organizar una nueva cumbre de esa agrupación de países al asumir la presidencia pro tempore de ella. Si tuviéramos que señalar la motivación que llevó a la élite castrista a hacerse cargo de semejante cita no dudaríamos en apuntar al deseo de esa élite por limpiar el rostro del régimen cubano a nivel internacional. Un rostro que se ha ensuciado últimamente por el apoyo de La Habana a la agresión rusa de Ucrania, y por el enrolamiento de mercenarios cubanos en las tropas rusas que participan en esa agresión.
Por otra parte, este mundo tan interrelacionado en el que vivimos, como consecuencia de un proceso globalizador que abarca casi todas las esferas de la vida, torna poco efectivo esa especie de atrincheramiento hacia el interior de un determinado grupo de naciones, en este caso las que conforman el Grupo de los 77.
La mejor vía para arribar a acuerdos mutuamente beneficiosos parece estar en agrupaciones como el G-20, con representantes del Norte y del Sur. Precisamente, en la última cumbre de esta organización, celebrada en la India, esta nación se autoproclamó la voz del Sur global. Es decir, que estaría dispuesta a representar los intereses de las naciones menos desarrolladas.
En ese contexto, la India estaría disminuyendo su participación en el seno del Grupo de los 77. No hubo ningún funcionario indio de alto nivel en la cumbre recién celebrada en La Habana.
Aún sin cerrarse las cortinas de esta cita en la capital cubana, el señor Rodolfo Benítez, director de Asuntos Multilaterales y Derecho Internacional de la Cancillería cubana, calificaba de “exitosa” esta reunión de alto nivel. Sin embargo, son varios los elementos que podrían poner en tela de juicio semejante afirmación.
La Declaración de La Habana de la cumbre, conformada por 49 puntos, no hizo mención explícita del embargo estadounidense al Gobierno cubano, ni cuestionó la inclusión de Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo, tal y como lo hubiese deseado el castrismo. Solo el punto 8 de esa declaración se refiere al rechazo a las leyes económicas de impacto extraterritorial, y a otras formas de coerción económica, pero sin nombrar a ningún país en específico.
Además, causó sorpresa la no clausura del evento por parte del gobernante Miguel Díaz-Canel Bermúdez, como había sido anunciado. En su lugar, el primer ministro Manuel Marrero pronunció unas breves palabras, en un inocultable ambiente de improvisación, para acabar a toda carrera una cita que ya contaba con muchas delegaciones ausentes, según pudo observarse en las imágenes de la televisión.
Para el cubano de a pie esta cumbre del Grupo de los 77 transcurrió con más penas que glorias. La transportación de pasajeros fue afectada por cierres de calles y desvíos de recorridos, y la programación habitual de la televisión suspendida por la transmisión de unos discursos cansones y repetitivos que a nadie interesaban.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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