LA HABANA, Cuba.- Dentro y fuera de Cuba es común escuchar preguntas como: ¿Cuándo se va a acabar “aquello”? ¿Cuándo la gente va a salir por fin a la calle a tumbar a los Castro? ¿Cómo se van a quitar de arriba ese sistema?
La atención se concentra totalmente en el desmantelamiento del sistema actual, en divulgar sus abusos, ineficiencias, culpas y malas intenciones. Poco interés se dedica a la piedra angular para solucionar el problema: la construcción de la alternativa.
Algunos pensarán que lo importante es tumbar a los Castro. Pero resulta que tanto el pueblo cubano como los posibles inversionistas y gobiernos extranjeros necesitan conocer cuál es la alternativa y confiar en ella, antes de apoyarla.
Suele decirse que esa alternativa es “la democracia”, pero entre las democracias del mundo se encuentran desde los países más avanzados y ricos hasta los más destartalados, pobres, corruptos y violentos. Si bien la democracia representativa y pluralista es sin dudas el mejor sistema político que existe, el resultado real de su aplicación depende en gran medida de las personas que ocupen las estructuras de poder.
Es indispensable hablar del capital humano con que contamos para el cambio; de ese grupo de personas competentes e íntegras, capaces de inspirar confianza a los principales actores sociales para compartir un proyecto común de país con ellos, apoyándose mutuamente. Aquellos que trabajarán de forma responsable por cerrar –o en el mejor de los casos superar– las heridas de la historia y unir la nación, para construir un futuro en el que quepamos todos.
Muchos opinan que ese capital humano no existe, salvo algunas excepciones. No estoy de acuerdo, aunque entiendo por qué algunos piensan así, analizando lo que más se ve y promociona.
Si la dictadura estuviera convencida de que entre los que piensan distinto no hay personas capaces de derrotarla en unas elecciones, realizaría comicios libres. Sin embargo nunca ha querido competir, ni jugando.
Dentro de la oposición política cubana hay absolutamente de todo, como lo hay dentro del Partido Comunista y dentro de cualquier grupo humano del planeta. Hay gente ignorante, oportunista, falsa e incompetente en la oposición, pero también hay gente inteligente, responsable, íntegra y coherente, capaz de liderar un cambio ordenado y estable hacia una mejor sociedad. Los verdaderos líderes democráticos podrían integrar en su proyecto de cambio y desarrollo a mucha gente buena y trabajadora que ocupa hoy posiciones intermedias dentro del aparato del Estado y de las instituciones religiosas, militares, científicas, académicas, artísticas. Esto es algo que el gobierno sabe y por eso pone todo su esfuerzo en evitar el encuentro.
El reto entonces consiste en que se pronuncien abiertamente los que de verdad tengan posibilidades y aspiraciones políticas, para que sea factible estructurar la idea de un gobierno democrático.
Es necesaria una alternativa que ponga en práctica desde ahora todo lo que el gobierno comunista no puede hacer: elecciones –aunque sea internas o entre sus simpatizantes–, rendición de cuentas, debates abiertos sobre los temas claves de la realidad cubana. Una alternativa que se proyecte de manera creíble, a partir de una plataforma compartida de métodos y valores para trabajar, hacer política, ganar seguidores, financiar actividades, y accionar en todos los campos de influencia.
Esto sería lo correcto, lo ideal, lo responsable, y es posible lograrlo a pesar de los muchos obstáculos existentes. Algunos de estos obstáculos a vencer los pondrá siempre el gobierno, pero otros corresponden a nuestros propios vicios, traumas y ambiciones.
Por parte del aparato represivo lo que más daño hace es el cerco comunicacional. El control del internet y todos los medios por parte del Partido Comunista es hoy lo que más retrasa y afecta la lucha por la democracia en Cuba. De nada vale tener un buen programa y personas capaces de defenderlo, si no existe un canal efectivo para darlo a conocer y medir el apoyo real que tiene.
El pueblo quiere cambios pero no puede acceder a las propuestas que existen. Al contrario, la propaganda oficial infunde miedo y confusión, lo cual genera inmovilidad y frustración en el pueblo, que ve la emigración como única alternativa.
Por parte de los opositores, el mayor obstáculo es que muchos de los más competentes no se declaran abiertamente, ni se reconocen a sí mismos como políticos, es decir como personas que buscan competir por el poder para implementar un programa de gobierno. Esto es ilógico, pues el gobierno podría argumentar: “Quieren elecciones libres, ¿pero quién se postularía a ellas?” Hay promotores de campañas, activistas, blogueros, periodistas, raperos, pero no políticos.
No podemos apostar solamente por el desarrollo de una sociedad civil (muy importante y necesaria); debemos desarrollar paralelamente una sociedad política fuerte, con la experiencia y los conocimientos del ejercicio político. La función de los políticos es diferente a la de los activistas o la sociedad civil.
La sociedad civil hoy en el mundo es una fuerza de equilibrio y contrapeso respecto al poder político. Rara vez es aliada de algún gobierno o partido. Eso sólo ocurre en casos como los de Cuba y Venezuela, donde los gobiernos se fabrican su propia sociedad civil para deslegitimar a sus opositores.
Los medios, tanto independientes como extranjeros, ayudan poco en este sentido. No proyectan a los opositores cubanos como políticos que mañana pudieran gobernar. Fuera de Cuba especialmente, se busca con ansiedad la noticia ruidosa, el escándalo o la pelea, ya sea entre los opositores mismos o entre éstos y los represores. Parece que lo único importante es informar que en Cuba se violan los derechos humanos, algo que todo el mundo sabe.
Sería absurdo decir que denunciar esas violaciones no es importante; lo es, y mucho, pero eso no puede ocupar todo el tiempo de radio y televisión o todas las páginas de periódicos y blogs. Debe dedicarse más espacio para que las fuerzas políticas den a conocer sus nombres, estructuras, integrantes y propuestas. Es necesario potenciar el debate inteligente sobre los temas que afectan la vida cotidiana de los cubanos, para esclarecer quiénes y cómo les darían solución.
Si ahora mismo le pidiéramos a cualquier cubano de a pie que nombrara algún partido político de oposición en Cuba y explicara su programa, muy pocos podrían responder.