LA HABANA, Cuba. – En poco más de un mes, tres bebés han sido abandonados: dos de ellos en La Habana y un tercero en Las Tunas. Los tres estaban perfectamente formados cuando los hallaron, pero dos ya habían fallecido. No se conocen las causas, ni si nacieron muertos o los asesinaron. Solo de la pequeña encontrada en el barrio de Mayorquín (Artemisa), envuelta en un paño ensangrentado y con el cordón umbilical aún en su sitio, se ha conocido alguna información. Solo ella tuvo la suerte de sobrevivir gracias a la oportuna acción de las personas que la rescataron, y del personal médico del Hospital “Iván Portuondo”.
De los dos varoncitos muertos no ha trascendido absolutamente ningún detalle. En redes sociales se habló del arresto de la presunta madre del bebé encontrado en la localidad de Mulgoba (municipio Boyeros), pero las autoridades no han confirmado la detención, ni el parentesco.
Ante estos abandonos ocurridos en tan corto periodo de tiempo, la respuesta de la ciudadanía ha sido de condena, preocupación y temor a que se vuelvan frecuentes. Los tres casos hablan, en primer lugar, de la baja condición humana de los progenitores de esos bebés, pero suscitan también muchas interrogantes: ¿Fueron partos extrahospitalarios? ¿Había control sobre esas mujeres embarazadas que con tanta facilidad abandonaron a sus recién nacidos en basurales? ¿Acaso estos abandonos fueron consecuencia de embarazos no deseados que no pudieron ser interrumpidos a tiempo? ¿Alguna de las madres sería una menor de edad sola y desesperada?
El colapso del sistema de salud sobrevenido con la pandemia de COVID-19 ha dejado los policlínicos y hospitales sin el mínimo de recursos para realizar los procedimientos más sencillos. Si antes era relativamente fácil hacerse una regulación menstrual o un aborto, desde la llegada del coronavirus no lo es.
El desabastecimiento en centros de salud y farmacias se hizo extensivo incluso a los condones, un problema que fue denunciando en las redes sociales no solo por la imposibilidad de mantener relaciones sexuales seguras, sino por el impacto que tendría en la diseminación de enfermedades venéreas y la planificación familiar.
Quienes participaron directa o indirectamente en el abandono de los bebés, deberían pagar con cárcel semejante atrocidad. No obstante, habría que cuestionarse hasta qué punto la crisis que azota al país, extendida al sistema de salud con consecuencias que aún están por conocerse en toda su magnitud, provocó la comisión de actos tan graves e insensibles.
De igual modo, habría que analizar qué posibilidades tienen los padres de hijos no deseados de entregarlos formalmente al Estado sin que ello los convierta en objeto de escarnio y persecución. Cuba lleva décadas hundida en un proceso de degradación social y humana que ha producido varios episodios de espanto, desde el asesinato de los 26 enfermos mentales en el hospital psiquiátrico de La Habana, en 2010, hasta el lucrativo negocio en que se convirtió la venta de antibióticos de última generación, camas de ingreso y balones de oxígeno durante la pandemia.
Pero abandonar bebés, dos de ellos muertos, supone otro nivel de crueldad que no debe ser abordado desde el secretismo habitual por parte de las instancias oficiales.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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