VILLA CLARA, Cuba. — En medio de una sinuosa y extensa carretera que conduce a Trinidad se alza una de las obras de la ingeniería cubana más notables de la década de los cincuenta. El puente sobre el río Yaguanabo aparece en este punto geográfico como una faja gigantesca que irrumpe en el paisaje como un objeto prácticamente anacrónico debido a la abundante y espesa vegetación del lomerío del Escambray.
A un primer vistazo desde la punta de la carretera, esta armazón pareciera extenderse de forma rectilínea, pero en realidad forma un arco que atraviesa la unión de dos aguas, el río y el mar, un hecho que prácticamente no se facilita en otras zonas centrales del país.
Aunque existe muy poca bibliografía sobre el valle de Yaguanabo y su puente, se conoce que el nombre proviene de un cacique taíno que habitó la zona y que posteriormente fue refugio de corsarios y piratas que buscaban agua potable a su entrada a las costas de la Isla.
Situado en el suroeste del Escambray y a 58 km de la ciudad de Cienfuegos, el puente Yaguanabo alcanza una altura de 14 metros, sobrepasa los 373 de largo, y fue obra del proyectista e ingeniero Maximiliano Isoba. El de Bacunayagua, considerado como el más alto de Cuba por sus 103,50 metros, mide mucho menos que este, unos 314 de largo.
En el texto Guía de arquitectura de Trinidad y el Valle de Los Ingenios se menciona que varias obras conectaron a Trinidad y su puerto de Casilda con el ferrocarril central de la Isla, abriendo por primera vez en la historia una vía de comunicación con el resto del país.
La referida investigación de un colectivo de arquitectos ofrece precisiones de que cuarenta años más tarde de la conexión ferroviaria sería concluida la carretera del Circuito Sur, en cuyo tramo desde Trinidad a Cienfuegos y viceversa se trazaba “una de las más escenográficas vías de toda la isla al borde del Mar Caribe”.
Sin embargo, establecer una ruta entre las referidas ciudadelas no era nada fácil, ya que este circuito atraviesa los estuarios de los ríos Cañas, Guanayara, Cabagán, Hondo y Yaguanabo. Fue entre los años 1951 y 1958 que se erigen cinco puentes de vigas de hormigón armado, con diseños estructurales en los que se usó el postensado y el pretensado con cables de acero.
En los alrededores de Yaguanabo están dispersas varias viviendas apilonadas sobre los farallones que cubren el valle también adornado por un faro blanco de 58 metros. Debajo del puente residen personas dedicadas principalmente a la pesca o a ofertar refrigerios y almuerzos a quienes concurren habitualmente a la playa.
Los habitantes de Yaguanabo aseguran que mayormente en horario de la madrugada suelen unirse las aguas del río y el Mar Caribe, uno de los motivos principales de que muchos practicantes de la Regla de Ocha visiten en lugar a menudo para realizar obras de limpieza. Con las crecidas del río en tiempos de inundaciones, algunos residentes de poblados cercanos acostumbran a lanzarse desde el puente en clavado, a pesar del peligro que supone su altura.
En la punta de la vía, a unos 25 kilómetros de Trinidad, se ubica también una villa turística desde los años noventa que funciona prácticamente como la única instalación recreativa de las comunidades colindantes y que fue incluida en la cadena hotelera Islazul hacia el año 2011.
No obstante, algunos residentes de la zona confirman que en los años cuarenta existió allí un sitio similar para hospedajes, con un bar y un restaurante que perteneció a una familia de origen español.
Aunque no puede compararse por su altura con otras obras de la ingeniería cubana de mediados del siglo XX, como el puente situado sobre el río Canímar, en Matanzas, Yaguanabo constituye uno de las pasarelas vehiculares más largas del país, si no ocupa el primer puesto del ranking. No en vano es descrito por los arquitectos como “una ruta que deja en la memoria un espectáculo imborrable”.