CIUDAD DE MÉXICO.- Hay 10 lonas colocadas en el suelo, una junto a otra en dos hileras de cinco, a la entrada de la catedral mexicana. En ellas están impresos los rostros y nombres de Esteban Rodríguez, Yoandy Montiel (El Gato de Cuba), Inti Soto, Yuisan Cancio, Luis Robles, Thais Franco, Luis Manuel Otero, Maykel Castillo, Mary Karla Ares y Luis Robles.
Encima de las dos hileras colocaron un toldo de fondo negro, unas tres veces mayor que las fotografías. En él se lee: “S.O.S Cuba: Libertad para los presos políticos. Patria y Vida”.
En el centro de Ciudad de México, justo en el Zócalo de la capital, durante dos días estuvieron los rostros de algunos presos políticos cubanos. Son youtubers, reporteros, activistas, artistas, gente común. Son hijos, madres, esposos, ciudadanos cubanos detenidos por motivos ideológicos; por disentir y atreverse a decirlo, por protestar, cubrir una protesta, o por hacer un chiste sobre el presidente y subirlo a redes.
Allí, en el Zócalo, los días 28 y 29 de mayo también estuvieron los cubanos que estudian o viven en México entregando volantes a los transeúntes, interviniendo en el espacio público con un megáfono y contándoles a los que se detenían quiénes eran las personas de los retratos.
Entre ellos estuvo el cantante Pancho Céspedes, que ha acompaño en varias ocasiones a sus coterráneos en las protestas organizadas frente a la embajada, el periodista e investigador José Raúl Gallego y la profesora Anamely Ramos.
Llegaron otros que por primera vez se manifestaban por el respeto a los Derechos Humanos, como la doctora Diana, hija de cubanos que emigraron pero que se ha mantenido conectada a la isla. Diana Sosa Valdés es psiquiatra y en cuanto vio la convocatoria en las redes sociales decidió llegar al Zócalo. El video de Luis Manuel Otero dentro del hospital, sentado sobre su cama, delgado y filmado a escondidas la estremeció. Por eso llegó a la protesta.
“El video de Alcántara es tétrico. No se parece a la persona que era. Y es muy cuestionable lo que está sucediendo con él al interior del hospital. Yo percibo a un paciente que puede estar siendo sometido a medicación o terapias que no necesita. Pueden estar mermando su capacidad de pensamiento y su actuar con estos tratamientos”.
En los últimos meses el gobierno cubano ha desencadenado una ola de arrestos, detenciones arbitrarias, y desapariciones. Desde el 2 de mayo Luis Manuel Otero ha estado recluido en un hospital, aislado, sin acceso a su teléfono y con visitas estrictamente controladas. Toda la información que sale sobre él proviene de la Seguridad del Estado.
El 30 de abril 13 cubanos fueron detenidos por manifestarse pacíficamente en la calle Obispo en La Habana, cinco de ellos continúan presos, a tres los enviaron a cárceles en provincias distintas de su lugar de residencia.
Al rapero Maykel Castillo, famoso por la canción Patria y Vida, lo mantienen en desaparición forzada mientras esperan ser procesados un muchacho que salió con un cartel, Luis Robles, y un youtuber que desde su cuarto se grababa contando con humor la cotidianidad en el país (el Gato de Cuba).
“Estamos explicando por qué Cuba es una dictadura, por qué esa imagen que el régimen vende no es real. La idea es hablar con la gente que pasa. Y esta es una de las zonas más concurridas de la ciudad”, declara Anamely Ramos sentada junto a las lonas. “No debemos dejar de alzar la voz sobre lo que está pasando”.
La intervención partió de la idea de Bruna Daniela Pedemonte, una artesana uruguaya que vivió en Cuba de 1971 a 1981. Bruna llegó a la isla con apenas tres años juntos a sus padres, exiliados cuando la dictadura militar en su país. En Cuba dice que tuvo una infancia feliz. Solo que a medida que crecía comprendió que ella, como extranjera, tenía privilegios que le eran negados a los cubanos: entrar a un hotel, comprar en ciertas tiendas.
Sin embargo, el momento que hizo a Bruna entender que no era el paraíso presentado fue cuando siendo una niña la llevaron a gritarle a sus vecinos “escoria”, “gusanos” porque querían salir de país. “Yo salí horrorizada de ese acto de repudio. Tiempo después mi madre decidió que nos iríamos de Cuba rumbo a México, porque la Revolución no le garantizaba a los ciudadanos una vida digna”.
Treinta años después Bruna volvió a involucrarse con la realidad del país donde creció. Viajó 373 km desde donde reside hasta CDMX para hacer una intervención en el Zócalo; sin que le sobre el dinero pagó la impresión de las lonas y volantes. Y durante dos días estuvo en el centro de la ciudad denunciando la represión que se vive en la isla.
“Estoy aquí porque yo fui como estos chicos: contestataria, contraria a que el poder me diera órdenes. La realidad en Cuba hoy es que cualquier persona que no está alineada al partido, el sistema hace con ellos lo que les da la gana”. Bruna se resiste a ser una cómplice de esto y estuvo repartiendo volantes y contando qué ocurre realmente en el lugar donde pasó 10 años de su vida.
La primera línea es concluyente: “En Cuba hay una dictadura disfrazada de régimen progresista”. La última aclara que el delito es reprimir, no manifestarse.
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