LA HABANA, Cuba.- La Misión (Der Auftrag), obra del dramaturgo y escritor alemán Heiner Müller censurado en la Alemania oriental, es la más reciente presentación de Teatro de la Luna, en colaboración con las embajadas de Alemania y Noruega.
El reparto está compuesto por Mario Guerra, Andros Perugorria, Inés Valdés y Amaury González, con la actuación en audiovisual de Broselianda Hernández.
Mario Guerra, director y productor de la puesta en escena, la caracterizó como una representación teatral sin suerte. Lamentó que los problemas técnicos de iluminación en la sala Covarrubias del Teatro Nacional no permitieran la recreación del ambiente en escena.
La puesta sienta al público en el escenario como primer estímulo para el comprometimiento. La obra comienza cuando se cierran las cortinas y el espectador queda atrapado en la escena.
La coherencia de las actuaciones con el soporte audiovisual acierta como signo escénico para complementar el mensaje de la obra. Un texto en pantalla rompe con el inicio mucho antes de advertirlo.
Con la lentitud de la reflexión, un actor escribe el email dirigido a los internautas (público) para informar sobre la censura de la dirección del Consejo de las Artes Escénicas.
“…he sido advertido y avisado y advertido del MAS ALLÁ con la impresión de que si continuo me partan la siquiatrilla”.
“ ¿Qué culpa tengo yo que me guste el periodismo?”.
La obra desarrolla el concepto de revolución a partir de los periodos violentos de la revolución francesa y su propagación hacia el Caribe, Jamaica. La rigidez como causa de estas rebeliones se describe con audiovisuales sobre Stalin, Mao Zedong y Fidel Castro.
La imagen del vestuario se subraya en el pullover rojo que obligan a usar durante la presentación a uno de los personajes, que viste pantalón militar. En la espalda reza un letrero: R.P. Angola.
El punto álgido de la actuación lo representa el audiovisual de Broselianda Hernández. En el espectacular monólogo de la destacada actriz, reclama a la infidelidad causada por el carácter seductor de las revoluciones y se burla del decepcionado regreso de los infieles.
La obra pretende convencer que los periodos de destrucción revolucionaria son los únicos momentos de experiencia colectiva de los pueblos. Sin temor a dudas, la puesta en escena intenta decir mucho más.
De ella emerge un notable esfuerzo por significar el momento de rebelión de las clases populares. Pero se queda en la crítica, la denuncia de la censura y la esperanza de sobrevivir a las revoluciones.
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