MIAMI, Estados Unidos. — El 2 de abril de 1995 cerró los ojos para siempre el pintor, dibujante, grabador, fotógrafo y diseñador gráfico Raúl Martínez. Tras un paso irregular por la Academia de Bellas Artes “San Alejandro”, de la cual no pudo graduarse por razones económicas, solicitó una beca y fue aceptado en el Instituto de Diseño de Chicago. Corría el año 1952 y en Cuba la abstracción se consolidaba como el nuevo movimiento visual que captaba la atención de jóvenes artistas, quienes consideraban trascendidas las inquietudes estéticas de la segunda vanguardia artística, cuyo apogeo se había manifestado en la década de 1940.
Concluida su experiencia en el Instituto estadounidense, regresó a la isla y se incorporó al grupo Los Once, identificado con la abstracción expresionista. Juntos realizaron varias exposiciones importantes, pero muy pronto el lenguaje abstracto se agotó para Raúl Martínez, quien, a mediados de los años cincuenta, comenzó a adentrarse en el pop a través del collage.
El triunfo de enero de 1959, y los radicales cambios que sobrevinieron en los años inmediatos, marcaron profundamente su obra. Para el año 1966 comenzó a trabajar la iconografía martiana, mezclando elementos de la cultura popular y el arte pop.
Participó en el Salón 70 con su óleo de grandes dimensiones titulado “Isla 70”, en el que aparecen tipos populares representativos de la nueva sociedad; pero también símbolos y personalidades vinculados de manera directa o indirecta a la épica revolucionaria. Es una obra que refleja el optimismo de los años iniciales de la Revolución, proyectando esa visión idealizada de la sociedad que muy pronto emergería, renovada, para convertirse en paradigma universal.
Otros cuadros suyos, sin embargo, transparentan cierta desobediencia estética matizada por un sutil sentido de la ironía. Algunas obras que, desde la abstracción, procuraban acercarse a una realidad profundamente ideologizada, resultan ambiguas al evocar la estética de los murales de los centros laborales, donde la imagen del máximo líder apenas resaltaba entre trazos caóticos y tonalidades oscuras. Esa parte de la producción de Martínez, al igual que la serie de collages “Oh, América”, no se avenía del todo con el “deber ser” del arte al servicio de la revolución.
Raúl Martínez tuvo una trayectoria artística larga y versátil. Como pintor y diseñador sus temas preferidos fueron la abstracción, la pintura histórica, el retrato de la sociedad cubana y la iconografía inspirada en José Martí. Su lugar en la historia del arte cubano se debe, principalmente, a su habilidad para introducir el lenguaje pop en las artes visuales, adaptándolo a una realidad que nada tenía que ver con el exuberante New York de Andy Wahrol.
A lo largo de su vida, Raúl Martínez recibió numerosos premios, entre ellos la Medalla de Plata en la Exposición de Pintura Cubana celebrada en Tampa, Estados Unidos (1951); la Medalla de Plata en la Exposición Internacional del Libro de Leipzig, en la RDA (1971); el Doctorado Honoris Causa del Instituto Superior de Arte (1994) y el Premio Nacional de Artes Plásticas (1994).