MIAMI, Estados Unidos. — El 2 de diciembre de 1993 murió en Medellín, Colombia, el narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria, uno de los capos más poderosos y perseguidos del siglo XX.
Nacido el 1 de diciembre de 1949 en Rionegro, región de Antioquia, Escobar fue el líder del Cartel de Medellín, una organización criminal dedicada al tráfico de drogas. Durante la década de 1980, su cartel era responsable de la mayor parte del suministro de cocaína a los Estados Unidos y a otros países. La inmensa riqueza acumulada por Escobar lo convirtió en una de las personas más adineradas del mundo en ese momento.
En su afán por enviar la droga hacia Estados Unidos, Escobar encontraría un aliado secreto: el régimen comunista de Fidel y Raúl Castro.
El vínculo entre el castrismo y los cárteles de la droga ha sido documentado y expuesto públicamente a lo largo de las últimas décadas. Una de las figuras que destapó esa caja de pandora fue el ya fallecido John Jairo Velásquez, más conocido como “Popeye”, sicario del líder del Cártel de Medellín y mano derecha del propio Pablo Escobar.
En el libro El verdadero Pablo, de Astrid Legarda, “Popeye” hizo alusión al presunto vínculo que tuvo el régimen castrista con el tráfico de drogas a través de Cuba.
“Pablo (Escobar) estaba feliz con esa ruta (Colombia-México-Cuba-Estados Unidos). Decía que era un placer hacer negocios con Raúl Castro, pues era un hombre serio y emprendedor”, relató John Jairo Velásquez en su publicación.
El propio “Popeye” detalló que la operación duró unos dos años y fue conducida “por los militares cubanos al mando del general (Arnaldo) Ochoa y el oficial Tony de la Guardia, bajo instrucciones directas de Raúl Castro”.
Según el fallecido sicario, en cada vuelo se transportaban entre 10.000 y 12.000 kilogramos de cocaína, lo que le permitió a Escobar multiplicar significativamente sus ganancias.
Pese a que Fidel Castro negó una y otra vez cualquier tipo de vínculo de su régimen con el tráfico de droga, asegurando que las operaciones con el Cartel de Medellín eran llevabas a cabo por Ochoa de espaldas al Estado, la versión oficial de lo sucedido es poco creíble en un país como Cuba, donde la plana mayor de la dictadura y sus órganos represivos y de inteligencia mantienen el control absoluto sobre todo cuanto acontece.
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