ARTEMISA, Cuba, 28 de junio (Moisés Leonardo Rodríguez, 173.203.82.38) – Según opinan muchos en Artemisa, los 33 camiones estatales incorporados a mediados de junio al transporte público de pasajeros son solo una gota de agua en el océano que es la crisis del servicio en esta provincia.
El Noticiero Nacional de la Televisión (oficial, como toda la prensa permitida en el país) informó a principios de mes que serían 45 vehículos, pero en realidad solo se destinaron 33 a Artemisa, e igual cantidad a la vecina provincia Mayabeque, de acuerdo con declaraciones de un empleado de transporte que pidió no ser identificado.
La adaptación de estos vehículos se efectuó en la ensambladora de ómnibus de Guanajay, popularmente conocida como la Berliet. Cuentan con asientos para 27 pasajeros y el pequeño pasillo entre ellos solo permite viajar de pie a unas seis o siete personas.
Uno de los técnicos encargados de la adaptación de los camiones explicó que “tienen un motor muy poderoso para el uso que se destinan”, algo que contradice la política de ahorro de combustible y disminución de emisiones contaminantes plasmada en os lineamientos económicos del VI Congreso del Partido Comunista (único, en el poder).
El costo del viaje en estos vehículos es de 2 a 4 pesos (moneda nacional), según el tramo que se vaya a recorrer. La casi totalidad de los viajeros de la provincia se trasladan en vehículos particulares: camiones, camionetas y autos muy antiguos y en los que se cobran 2 o 3 pesos en tramos de apenas uno o dos kilómetros y 5 pesos más allá de esa distancia.
La inexistencia de un servicio de transporte público de pasajeros con los requerimientos técnicos y la organización adecuadas se debe a la falta de voluntad estatal de vender ómnibus a los particulares para sustituir los vehículos inadecuados que ahora se utilizan, y de no crear las vías técnicas y legales para su integración en cooperativas, como han demandado por años centenares de viajeros.
Hasta ahora, lo único que han obtenido los pasajeros en Artemisa –y por extensión, los del resto de la isla- es viajar en vehículos peligrosos e incómodos, sin frecuencias de salida fijas, con excesiva lentitud por las demoras, a precios exorbitantes establecidos arbitrariamente y maltratados en muchos casos por conductores y cobradores.