AREQUIPA, Perú – En el siglo XIX, la Capitanía General de Cuba estableció el Cuerpo de Voluntarios de la Isla de Cuba, una fuerza vital dentro del sistema defensivo cubano y un símbolo del integrismo político. Originado en 1850 para enfrentar la expedición anexionista liderada por Narciso López, este cuerpo se convirtió en una pieza esencial en la seguridad colonial.
La gestación de los Voluntarios respondió a la necesidad de fortalecer la defensa ante la escasa guarnición y la amenaza de expediciones anexionistas. Federico Roncalli, conde de Aloy, Capitán General en Jefe del Ejército Español, decidió organizar 4 Batallones de Voluntarios compuestos por españoles residentes en la Isla.
Bajo el nombre de Nobles Vecinos, se crearon 10 Batallones y 4 Compañías en toda la Isla. Aunque, tras la disminución del peligro anexionista en 1850, muchos de estos batallones aparentemente se disolvieron, el Capitán General José Gutiérrez de la Concha, al asumir en 1850, impulsó la idea de mantener las fuerzas voluntarias como parte integral del Ejército.
Gutiérrez de la Concha, enfrentando amenazas anexionistas e insurrecciones internas, fortaleció militarmente su mandato. Junto a su hermano Manuel Gutiérrez de la Concha, estableció medidas para reforzar el sistema defensivo, asegurando la soberanía española y la preservación del régimen colonial y la esclavitud.
La Junta de Generales en Madrid y la comisión enviada a Cuba en 1850 y 1852 sentaron las bases para la articulación del sistema defensivo. Se dividieron estratégicamente los departamentos de occidente y oriente, organizando gobiernos y comandancias militares. Se reestructuró el Cuerpo de Voluntarios, convirtiéndolo en una unidad de reserva del Ejército Español.
El Cuerpo de Voluntarios, adiestrado al estilo europeo, contaba con una Plana Mayor, cuyos altos mandos representaban el poder económico y gozaban de popularidad. Estos coroneles, encargados de armar y sostener económicamente a los batallones, eran seleccionados de la élite social.
El 15 de febrero de 1855 se establecieron las bases para el alistamiento de voluntarios en Cuba, dando lugar a la formación de compañías limitadas a 100 plazas en cada cabecera. Estas bases evolucionaron hasta la aprobación del “Reglamento Provisional para el Régimen, Subordinación y Disciplina de los Cuerpos y Secciones de Voluntarios” en abril de 1856.
Según este reglamento, el principal propósito de los Cuerpos de Voluntarios era el “sostenimiento del orden y tranquilidad pública” y la “defensa con las armas en la mano” de los derechos de la madre patria y de la reina Isabel II.
Las condiciones para la admisión de Voluntarios incluían aptitud física, ser español o naturalizado, carecer de antecedentes criminales, tener entre 18 y 50 años, poseer renta, ejercer un oficio, vivir de manera honorable y, para los de caballería, tener un caballo propio.
Tras la inscripción, los aprobados recibían un documento oficial de aceptación, facilitándoles acceso a empleos. Con el tiempo, las exigencias de admisión se volvieron más estrictas, admitiendo solo a mayores de 20 años y requiriendo una credencial de salida.
Los batallones de Voluntarios estaban compuestos por individuos heterogéneos, principalmente de clases medias y bajas. Hasta julio de 1869, estaban integrados por personas de diferentes regiones de la península. Los de peninsulares, criollos y exsoldados españoles, defendían el sistema comercial y de plantación basado en la esclavitud y el sistema político que los beneficiaba.
Los Cuerpos de Voluntarios se convirtieron en un instrumento político y brazo armado para las autoridades coloniales españolas en Cuba. A través del fanatismo integrista, se les hizo creer que participaban en un levantamiento nacional español contra traidores, convirtiéndose en garantía para la protección de los intereses coloniales, destinados a defender el orden existente bajo cualquier circunstancia.
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