LA HABANA, Cuba.- “¡Morir por la Patria es vivir!” gritó el poeta mambí ante sus verdugos, citando el último verso de la primera estrofa del himno de una Cuba alzada en armas contra el poder colonial. Tres años antes Perucho Figueredo había compuesto la música; pero la letra fue cantada por primera vez el 20 de octubre de 1868, tras la toma de la ciudad de Bayamo, pocos días después de iniciada la Guerra de los Diez Años.
Aquella noche, aún sobre su caballo, Perucho dio sentido a la marcha que todos tarareaban. Los versos brotaron y se esparcieron entre los presentes como fuego sobre pólvora. Exaltados, los bayameses unieron su canto a los gritos de ¡Viva Cuba Libre!, celebrando así la primera victoria del recién estrenado Ejército Libertador.
El autor del himno nacional, hombre íntegro y de un profundo amor hacia su esposa, sus hijos y su patria, fue capturado por las tropas españolas el 12 de agosto de 1870, mientras intentaba recuperarse del tifus en la finca de Santa Rosa de Cabaniguao. La delación de un soldado que había peleado bajo su mando, lo privó del honor de morir en batalla.
Fue trasladado a Santiago de Cuba en parihuelas, y sometido a un juicio militar cuya sentencia había sido redactada de antemano. Fue condenado a muerte por paredón, y su único lamento fue no poder acompañar a sus compatriotas hasta el final de la contienda, dispuesto a aceptar la victoria o el cadalso.
A pesar de su delicado estado de salud, con los pies llagados y el cuerpo quebrantado por la fiebre, Perucho Figueredo enfrentó al pelotón de fusilamiento con un fragmento del himno guerrero que él mismo había compuesto para guiar a todos los cubanos por el camino de la libertad.
El poeta, abogado y militar murió el 17 de agosto de 1870 sabiendo que Cuba estaba perdida para España, que no habría vuelta atrás sin importar cuál fuera el resultado de la guerra.