MADRID, España.- En 1953, con motivo del Centenario del natalicio de José Martí, se organizaron en Cuba diversas actividades para celebrar esa histórica fecha. Fue en dicho contexto que la joven maestra Emérita Segredo Carreño, integrante de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano, propuso colocar un busto de Martí en el lugar más alto de Cuba: el Pico Turquino, con sus 1.974 metros sobre el nivel de mar, en la provincia de Santiago de Cuba. La idea de colocar una escultura del Héroe Nacional en aquella cúspide fue acogida con entusiasmo.
Gonzalo de Quesada y Miranda, director de la Fragua Martiana y presidente de la Asociación, apoyó la iniciativa. Contactó personalmente con la escultora Jilma Madera y le pidió que hiciera un busto idéntico al que había sido inaugurado en dicha institución, el 28 de enero de 1952, también de su autoría. La realización del proyecto recibió cooperación técnica del Instituto Nacional de Arqueología (INA) y del doctor Manuel Sánchez Silveira, delegado del INA en Oriente y padre de Celia Sánchez Manduley. El respetado médico se encargó de trasladar el busto hasta la Sierra Maestra y demás detalles logísticos concernientes a su emplazamiento.
El 17 de mayo de 1953 Jilma Madera y otros miembros del grupo martiano viajaron en ómnibus hasta Santiago de Cuba, adonde llegaron al día siguiente. Muy temprano en la mañana del 19 de mayo, aniversario de la muerte de Martí en Dos Ríos, le rindieron homenaje con una guardia de honor en el Mausoleo que acoge sus restos en el cementerio de Santa Ifigenia. Esa misma tarde salieron desde la bahía de Santiago en una goleta y llegaron a la localidad de Ocujal del Turquino bajo un aguacero cerrado.
En la mañana del día 20 iniciaron el peligroso ascenso hasta Altos de Babiney, ubicado a 1.127,7 metros de altura. Continuaron hasta Altos de Caldero, a 1.209 metros de altura, y luego alcanzaron la Cueva del Aura, que los campesinos llamaban “Campamento Martí”, localizado a más de 1.400 metros de altura sobre el nivel del mar. Allí pasaron la noche y al amanecer continuaron ascendiendo.
Empleando unas parihuelas, por entre la tupida maleza del lugar, doce hombres trasladaron al Turquino el cemento, el agua y la escultura, que pesaba 163 libras. Jilma Madera, el doctor Manuel Sánchez, su hija Celia y las hermanas Emérita y Cila Segrero alcanzaron la cumbre a media mañana, bajo un sol que alumbraba sin calentar demasiado.
Allí, en el punto más alto de Cuba, fue terminada la base de dos metros añadida al monumento y fue colocada la tarja que inmortalizó esta frase de José Martí: “Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entraña de nación, o de humanidad”.
El mediodía del 21 de mayo de 1953, con ofrendas florales enviadas por los grupos martianos de Santiago de Cuba y la bandera solemnemente izada en una rama, fue develado el busto del más universal de los cubanos.