MIAMI, Estados Unidos. – El legado de Hatuey, cacique taíno que desafió la opresión colonial y se convirtió en símbolo de la lucha por la libertad, se mantiene hoy con la misma pujanza que caracterizó su vida y su muerte; una vida de valentía y una muerte que fue testimonio de una resistencia que perdura en la memoria colectiva.
Nacido en La Española, Hatuey escapó de una matanza en la región de Xaragua, como reacción al decreto de Nicolás de Ovando, gobernador de la isla. Su viaje en canoa hacia Cuba no fue meramente un escape, sino un acto de previsión y estrategia militar, llevándolo a organizar la resistencia indígena ante la inminente ola de conquista y colonización españolas.
En Cuba, Hatuey no solo advirtió a los taínos del peligro sino que, como relataba el fraile Bartolomé de las Casas, intentó conceptualizar la avaricia española con un acto simbólico: ofreció oro a los dioses españoles, no por veneración, sino como estrategia para apaciguar la sed conquistadora. “Quizás le agradaremos y les mandará que no nos hagan mal”, expresaba con ironía frente a la desgracia que presagiaba.
La lucha de Hatuey contra las fuerzas de Diego Velázquez fue breve pero feroz. Los españoles, superiores en armas y tácticas, apresaron al cacique tras una resistencia de tres meses. Antes de su ejecución, Las Casas narra un intercambio que define el espíritu indomable de Hatuey: al ofrecerle el cielo cristiano, Hatuey preguntó si allí iban los españoles. Ante la afirmación del fraile, Hatuey declaró preferir el infierno a compartir la eternidad con sus opresores.
La figura de Hatuey trasciende la mera resistencia: es el reflejo de un liderazgo comprometido con su gente y sus raíces. Josefina Oliva de Coll, en La resistencia indígena ante la conquista, cita directamente las palabras de Hatuey, mostrando su profunda convicción y su rechazo a ser asimilado a los invasores, incluso en la muerte:
“‘Tornó a preguntar el cacique si iban al cielo cristianos; dijo el padre que sí iban los que eran buenos’. Entonces el cacique Hatuey se negó rotundamente a ser bautizado para no encontrárselos. ‘Esto aconteció al tiempo que lo querían quemar y así luego pusieron fuego a la leña y lo quemaron’”.
El sacrificio de Hatuey tuvo lugar el 2 de febrero de 1513, en un paraje de Baracoa. Atado a un poste, rechazó la salvación que le prometían los conquistadores y eligió la muerte antes que la sumisión. Su ejecución, lejos de extinguir la llama de la resistencia, la avivó, convirtiéndose en la primera fecha de lucha registrada en la historia de Cuba.
El legado de Hatuey resuena con particular relevancia para millones de cubanos sometidos al yugo de un régimen implacable con la diversidad ideológica, la disidencia y los derechos humanos.