LA HABANA, Cuba. – Sobre la invención del chachachá, el maestro Enrique Jorrín dijo en una ocasión: “Es mi estilo de hacer música. Yo no me propuse crear un nuevo ritmo, ¡me salió!”.
En el año 1945 Jorrín se había incorporado a la orquesta Arcaño y sus Maravillas, donde trabajó con algunos de los más aquilatados músicos de la época, como Israel López “Cachao”, Esteban Urfé o Félix Reyna, que ya andaban muy metidos en la mezcla de sonoridades cubanas con el jazz.
Poco tiempo después integró la orquesta América, de Ninón Mondéjar, y fue en esa época que el joven músico creó al hijo liberto del danzón sobre la base de una nueva célula rítmica entre la tumbadora, el timbal y el güiro, sumada al figurao del piano en la última parte. Género cantable y bailable, más refinado que su predecesor, el mambo, y heredero de tradiciones soneras como el canto a dos o más voces, el chachachá tuvo también la particularidad de ser un ritmo con la menor cantidad posible de síncopas.
Buscando lograr un sello inconfundible en el vasto panorama musical cubano de la década de 1950, Enrique Jorrín agregó las trompetas a la orquesta tipo charanga para romper con la monotonía de la flauta a cargo de las secciones melódicas. Amplificó los violines y el contrabajo para aumentar el volumen sonoro de la orquesta, e independizó la última parte de sus danzones, confiriéndole una fisonomía propia que invitaba al bailador a crear sus propios pasillos.
Si bien muchos de los elementos constitutivos del chachachá eran perceptibles en la música popular bailable de la época, especialmente en la obra de Arcaño y sus Maravillas, pero también en la del Conjunto de Arsenio Rodríguez ―por solo mencionar dos ejemplos claros―, fue Enrique Jorrín quien aportó la estructura y el estilo que hoy distingue a uno de los grandes géneros de la música cubana, en el cual se inscriben éxitos perdurables como “La Engañadora”, “El alardoso”, “Cógele bien el compás” y muchos otros temas que eran un gancho y un reto para el bailador. Un repertorio que, a decir del historiador Ignacio Galán, constituyó “un oasis que siguió al mambo”.
Enrique Jorrín murió el 12 de diciembre de 1987 en La Habana, a la edad de 61 años.
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