LA HABANA, Cuba.- Sergio García Zamora tiene muchas cosas…; tiene a Alma y tiene a Alba, que son sus hijas. Sergio tiene el amor de Lily y habla con orgullo grande del cariño que le ofrece su familia. Aunque solo cumpliera treinta años tiene catorce libros publicados y otros inéditos entrarán en imprentas cubanas y extranjeras. Sus textos han sido leídos en España, Estados Unidos, Colombia, México, Puerto Rico… Resulta que tiene un don enorme: la poesía.
Su talento lo llevó a ganar muchos laureles en el género que prefiere. Hace unos días se enteró de que la Fundación Loewe, de España, que convoca a uno de los más importantes galardones de poesía en Hispanoamérica, lo había distinguido con el Premio a la Creación joven, y también supo que mejoraría la economía familiar después de que reciba en Madrid los ocho mil euros con los que está dotado el galardón. No sé si ya se puso a sacar cuentas que conviertan esos euros en CUC o en moneda nacional, pero sé muy bien que lo entusiasma el hecho de que Visor, uno de los sellos editoriales más conocidos en el país europeo, se haga cargo de la edición.
La poesía es quizá el género literario que cuenta con menos lectores, sin embargo este poeta tiene muchísimos en Cuba; sus libros se agotan enseguida y se pasan de mano en mano, y hasta están los que aseguran que es el poeta más destacado de la llamada “Generación Cero”. Su libro “Animal político” fue seguido por miles de lectores. Lo mismo sucedería hace poco con su cuaderno “Perro que aúlla”.
Supongo que sus versos se leen con tanta insistencia porque el poeta observa el desquicie de las cosas, porque nos pone frente a las evidencias del dolor y lo vuelve familiar, hurga en él, cómo también hace denuncia de la destrucción y el desorden. García Zamora hace que nos enfrentemos al caos y lo detalla, desacraliza la centralidad de figuras y cosas. El mundo, el país, no es para él una totalidad perfecta que hace feliz a sus hijos, el país es también otra cosa, y ahí es donde pone el ojo. Creo que el poeta sabe del placer y quizá por ello escribe del dolor.
Este hombre joven, que nació en el centro de la isla habla de la angustia, del desorden, de la enajenación porque cree en la felicidad. Sus versos son pistoletazos, son explosiones que se ocupan del hombre. Sergio ama el orden y por eso escribe de su contrario. Habla de Cuba porque Cuba le duele.
En “El frío de vivir”, el poemario que acaba de ser reconocido con el Premio Loewe en España, el poeta asegura que peor que una casa sin ático es un país sin ático: “¿Dónde queda el ático de un país? ¿En su montaña más alta? ¿En su mente más lúcida? ¿En su mejor líder, en su mejor héroe, en su mejor poeta? ¿O en su hijo más inocente? Desempolvar el ático del país. Atisbar por su ojo de buey la tormenta que se avecina. Peor que una casa sin ático es un país sin ático: un país hecho de sótanos”. Sergio, que vive en un país hecho de sótanos, muestra la rivalidad entre lo alto y lo bajo, entre el centro y sus márgenes. Muestra los recovecos del país.
Este hombre trabajador ganó recientemente el premio Rubén Darío que convoca en Nicaragua el Instituto de Cultura, y que tiene una grandísima tradición. El jurado, después de leer todos los libros en concurso, después de llegar al punto final de “Resurrección del cisne”, tomó la determinación de que ese, y no otro, sería el ganador, y que el Diploma y los cinco mil dólares le serían entregados en ceremonia oficial en el mes de julio. Ya pasaron unos cuantos meses y el poeta espera aún por la ceremonia, por el diploma y por los cinco mil dólares, pero no tiene noticia alguna.
No tengo referencias de que un desparpajo tal ocurriera antes en este concurso de poesía, y sería una pena enorme que un premio con tanta tradición se desacredite de esa forma y que no llegue a las manos de Sergio el galardón que hace rato debía tener en su casa del centro de la isla. Sergio no tiene todo lo que tenía que tener. ¿Será porque Nicaragua es un país hecho también de sótanos?