LAS TUNAS, Cuba – “Ahí no hay salud, los peces no tienen sangre”, dice un joven que suele ir de pesca a la bahía de Puerto Padre pero que, al destripar su captura, “incluso pargos de dos o tres libras”, apenas si se le enrojecen las manos. “Vivo con mi mujer y mi niño ahí”, y señala hacia una casita. “Esa es la laguna del hospital”, dice; una zona verde donde no se ve agua, sólo vegetación acuática, y que se prolonga junto a las chabolas. “Lo que suelta el hospital va al mar por ahí”, afirma.
La bahía de Puerto Padre sufre un generalizado deterioro de sus ecosistemas por vertimientos contaminantes. Los más, fabriles, aunque no los únicos: también van allí la mayor parte de las aguas residuales de la ciudad, y entre estas, portadoras de enfermedades contagiosas, las de sus dos hospitales.
Apropósito de la “actitud contaminante de Salud Pública al medio ambiente”, reportó la semana pasada la radio local de Puerto Padre. Según dijeron especialistas a la prensa oficial, sería el Hospital General Docente Guillermo Domínguez el de mayor incidencia en ese vertimiento agresivo dado su inoperante sistema de lagunas de oxidación.
La radio local informó de reuniones periódicas del Partido (comunista), el Gobierno y de funcionarios de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente con directivos de Salud para el control de las obras de la nueva laguna de oxidación del Hospital Guillermo Domínguez; construcción de la que uno de sus directivos dijo que este septiembre comenzaría el movimiento de tierras con un presupuesto de 180 mil pesos.
“Esto es una obra de continuidad que en el próximo año cuenta con 350 mil pesos en el ante proyecto”, afirmó.
Acerca de lo expresado por el directivo de Salud Pública, un biólogo que ya en la década del 90 del pasado siglo conoció de la proyectada laguna de oxidación dijo a CubaNet: “Nada dice que Salud (pública) tenga el dinero para la obra si los encargados de construirla no tienen recursos para ejecutarla”.
“No teníamos petróleo”, dijo un constructor hoy jubilado sobre la incapacidad de ejecución de su empresa, a la que en los años 90 se asignó esa obra, cuando ya funcionaban mal las lagunas de oxidación del Hospital Guillermo Domínguez.
Hoy tales lagunas no existen. Una es un pantano cubierto de vegetación acuática, drenando hacía la bahía de Puerto Padre, mientras que la otra, una hondonada reseca. Entrevistado para este reportaje, un especialista dijo acerca de ellas:
“Una laguna anaeróbica recibe cargas orgánicas altas, que hacen que su contenido no permita crecimiento vegetal productor de oxígeno, esto permite la sedimentación de sólidos del afluente y material flotante que produce acumulación de lodos y retención hidráulica si estos compartimientos no son objeto de mantenimientos periódicos. Pero el lodo producido es estable, puede secarse y disponerse con procedimientos convencionales, y en este caso nunca se hizo. Con la laguna aeróbica ocurre algo parecido, salvo que en ella se producen procesos bacterianos que consumen materia orgánica transformándola en dióxido de carbono”.
Si el Hospital Guillermo Domínguez, con sólo unos treinta años de uso es inoperante en la evacuación de sus aguas residuales y otros desechos contaminantes por carente mantenimiento, cabe imaginarse la agresión provocada al medio ambiente por el central azucarero Antonio Guiteras, una industria que ya pasa de la centuria, o los producidos por la ciudad de Puerto Padre, rodeada de vertederos insalubres, con un alcantarillado atiborrado vomitando sobre la bahía.
De todo esto se habla en las “reuniones periódicas” del Partido Comunista (el único) y del Gobierno (con más de medio siglo en el poder) pero poco o nada se resuelve. Cuando hay dinero para invertir falta petróleo para ejecutar. Eso sí, sobran fuentes contaminantes; y palabras, las más de ellas.