LA HABANA, Cuba.- La corrupta burocracia que infecta todas las estructuras de dirección empresarial y las direcciones de los Consejos de Administración del Poder Popular en provincias y municipios, es en estos momentos el principal enemigo que tiene el pueblo cubano y no los que afirma el ciber-represor Iroel Sánchez, los luchadores prodemocráticos, o los contrarrevolucionarios, como él prefiere llamarlos.
A Iroel Sánchez habría que recordarle que hace unos años el politólogo oficialista Esteban Morales, experto en asuntos de los Estados Unidos, calificó a la burocracia como contrarrevolucionaria. En aquel momento, a Morales lo separaron del Partido, pero aquel sainete terminó en que le devolvieron el carnet rojo. Parece que Morales tenía razón.
En el pleno de la Unión Nacional de Escritores y Artista de Cuba (UNEAC), celebrado el 14 de septiembre para discutir los documentos aprobados en el VII Congreso del Partido Comunista, el poeta Alberto Marrero dijo que “se discute un plan de destino de país y la recia burocracia puede desvirtuar tales propósitos por lo que es preciso cerrarle el paso”.
A la burocracia le importan un comino los acuerdos del VII Congreso del PCC. Solo obedece a sus jefes superiores, que son los que le dan el visto bueno para sus fechorías en compensación por su lealtad.
En el 6to pleno ampliado de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) celebrado el pasado 29 de junio, presidido por el vicepresidente Díaz-Canel, donde analizaron la Conceptualización del Modelo Económico y el Plan de Desarrollo Económico hasta el 2030, se dijo que “la comunicación es una plataforma de todos los actores de la sociedad para que las prioridades políticas se conviertan en prioridades de todos”.
Para que no haya ninguna duda del rol de la comunicación como recurso estratégico del Estado, el Pleno de la UPEC acordó que “la comunicación no solo debe ser ejercida por los profesionales de la comunicación, sino también por los funcionarios públicos, los cuadros y los directivos”.
Pero parece que los directivos de la Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía y el vicepresidente primero del Consejo de Administración de La Habana, es tal el cúmulo de trabajo que tienen que no disponen de tiempo siquiera para echarle un vistazo a la prensa plana. De haberlo hecho se hubieran enterado del artículo de la periodista Susana Gómez Bugallo, del diario Juventud Rebelde, titulado ¿Cómo hacer un reportaje en Coppelia?, donde narró las tribulaciones que pasó junto con su fotógrafo, en su frustrado intento de hacer un reportaje en la recién remodelada heladería de la capital cubana.
En la Conceptualización del Modelo Económico, en el capítulo “Perfeccionamiento del Estado socialista, sus sistemas y órganos de dirección” en el párrafo 110 se señala: “La comunicación social es un recurso estratégico de dirección del Estado, las instituciones, las empresas y los medios de comunicación, por lo que se regula y controla teniendo en cuenta la política trazada por el PCC”.
A pesar de que han tenido meses para leer la Conceptualización y el Plan de Desarrollo, los dirigentes del Consejo de Administración del Poder Popular de La Habana y de la Empresa Provincial de Comercio y Gastronomía, pelotearon inmisericordemente a la periodista y el fotógrafo de Juventud Rebelde, cuyo reportaje había sido encargado por su jefe de redacción.
La burocracia teme que la prensa refleje el mal desempeño de las empresas de Comercio y Gastronomía en La Habana. Con su accionar demagógico y desvergonzado ocultan todas las operaciones ilegales que diariamente se realizan y que reportan miles de dólares que no van a parar al presupuesto de la provincia ni del municipio sino al bolsillo de estos delincuentes de cuello blanco.
El reportaje sobre la heladería Coppelia que no se pudo realizar muestra que realmente la burocracia en La Habana es bastante poderosa.
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