Pequeñas
alegrías entre periodistas
Manuel David Orrio,
CPI. Publicado en CubaNet el 22 de noviembre de 2001.
LA HABANA, noviembre
(www.cubanet.org) - En este mundillo y fauna de los periodistas
independientes cubanos uno se hace de amigos. A veces ocurre que se tiende la
mano a algún que otro fascineroso. Pero, las más de las veces,
el tiempo va separando la paja del trigo, hasta que un día cualquiera
se descubre en un colega a esa simple persona, aceptada con virtudes y
defectos, a ese tipo perfecto para "caerse a mentiras", al cual
llamamos amigo.
Así me ha pasado
con unos cuantos, entre los que sobresale uno de los casos más
interesantes dentro del periodismo independiente de Cuba. Su biografía
dice que apenas terminó la enseñanza primaria. Sus recuerdos
hablan de una infancia incomprendida, de una adolescencia reprimida y de un
vivir durante años en un mundo marginal donde lo mismo se pasa la
experiencia del presidio que se vende maní en el Malecón de La
Habana, allá por los fines de los 70 del siglo pasado. Piense en eso:
vendedor de maní, cuando la utopía del castrismo hacía
soñar a todos los jóvenes que serían universitarios.
Ramón Díaz-Marzo,
quien entre sus muchas aventuras tuvo la osadía de albergar en su
humildísima vivienda de la calle Monserrate a nada menos que Reinaldo
Arenas, logró a base de pura voluntad un nombre como periodista
independiente. Amistad aparte, le considero uno de los casos observables, no
sólo porque a fuerza de autodidacta fue capaz de crear un personal
estilo, raramente dotado para comunicar al lector el lado kafkiano de la
realidad cubana, sino porque además acaba de presentarse a la palestra
de las letras en su condición de novelista recién nacido.
Ediciones CubaNet
ofreció en la Feria del Libro de Miami la primera entrega de "Cartas
a Leandro", debida a la pluma y al talento de Ramón Díaz
Marzo. No haré una crítica de la novela. Para mí es el
logrado ejercicio de quien en un mundo patológico describe la patología
con los recursos de quien mira a la enfermedad desde sí mismo.
Ramón Díaz-Marzo
cuenta sobre una terrible epidemia de alcance nacional e histórico. Su
aporte es que lo hace recreando el mundo interior, la paranoia profunda de
quien se siente perseguido hasta en lo más íntimo de cada célula.
El protagonista escribe cartas a su hermano Leandro, que murió al
nacer y es por lo tanto un símbolo de frustración. Escribe,
pero lo hace tratando de comunicare con la frustración misma, a ver si
por lo menos logra liberarse del inmenso manicomio en el cual habita. Un
extraño intento de terapia, en medio de toda una sociedad necesitada de
terapia.
Dejo a los críticos
literarios un análisis más profundo. Sólo pido que "Cartas
a Leandro" sea leída. Tuve el raro privilegio de ser, quizás,
su primer lector. Ramón Díaz-Marzo, por partes, me fue
entregando la novela para transmitirla por fax al exterior y yo, más
curioso que el carajo, la fui leyendo. Una noche de luna llena y tragos de ron
en número mayor de lo aconsejable, dije a Ramón que me parecía
excelente, sobre todo por el modo kafkiano de abordar la cotidianidad isleña.
Por supuesto, él se alegró. Pero siempre pensó que mis
palabras eran las propias de una borrachera entre buenos amigos.
Ahora, "Cartas a
Leandro" está en los estantes. Y, paradojas de Dios, me tocó
la agradable tarea de hacérselo saber a su autor. Doblemente
agradable, porque veo cómo el mundo alternativo cubano comienza a
mostrar caras de más vuelos a los acostumbrados; que surge algo más
allá del periodismo, bueno o malo; o del ensayo de denuncia, o de otras
manifestaciones de géneros disímiles, todas marcadas por la
inmediatez que no deja tiempo para aquello en lo cual sí pensó
Ramón Díaz Marzo: trascender.
Entonces, por esta
pequeña alegría entre periodistas, me tomé la libertad
de gastar una broma al escritor. Lo llamé por teléfono y, con
mi voz de tono fúnebre, le comuniqué que su novela había
tenido un triste destino.
"Ramón,
tengo una mala noticia que darte. Toda la edición de tu novela fue
incinerada en la Feria del Libro de Miami", le dije.
"Pero, ¿cómo
es eso?"
"Como te cuento
Ramón, la 'mafia anexionista' de Miami va a ser denunciada en la Mesa
Redonda de Fidel Castro por haber quemado tu novela".
Ramón, incrédulo
pero casi lloroso, interrogó: "¿Pero allí no hay
policías?"
"No, Ramón,
allí lo que hay son escritores como tú, que no se dan cuenta de
la noticia que le están dando".
Reinaldo Arenas, desde
el más allá, por poco vuelve a morir. Pero de risa.
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