¿Dónde
están las ferreterías de ayer?
Tania Díaz Castro
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Cualquiera que no sepa lo que ocurre en
Cuba, quiero decir un turista, un político invitado por unos días
a La Habana y hospedado en una lujosa residencia de Miramar, o un guerrillero,
puede preguntarse, por ejemplo, qué hace el trabajador cubano para
reparar la puerta de su casa, una ventana o un mueble, dónde puede
comprar puntillas, un martillo, un destornillador, algunas tablas, un saco de
cemento o de gravilla, en fin, todo lo que pueda necesitar para un arreglo
casero.
Casi desde el inicio del régimen de Fidel Castro desaparecieron las
ferreterías en Cuba. Las que había en mi barrio de Centro Habana
se han convertido en viviendas para familias, separadas una de otra por paredes
de cartón, o simplemente por una sábana. Sí, como se lo
digo. Si quiere comprobarlo, pase por Concordia y Espada, donde hacía
esquina una bien habilitada ferretería, El Esmeril, y podrá
comprobar lo que le digo.
También puede caminar por la calle Infanta, donde antiguos locales de
ferreterías alojan hoy a familias enteras cuyas viviendas se desplomaron
hace años. Se trata de locales sin condiciones para ser habitados. No
tienen la ventilación adecuada.
Esto ocurre porque en más de 43 años el gobierno castrista sólo
ha podido ofrecer esta opción a cientos de familias de la capital
compuestas de matrimonios con hijos casados que, a su vez, también tienen
hijos casados.
Generaciones reunidas en antiguos locales de ferreterías donde ni
siquiera los ratones querían vivir en sus buenos tiempos.
En la actualidad, otras ferreterías han sustituido a las que
desaparecieron: las ferreterías dolarizadas, surtidas con lo más
moderno y sofisticado de la industria capitalista. En ellas venden productos
estadounidenses, chinos, españoles o de cualquier país
latinoamericano.
Pero estas ferreterías no son asequibles para el trabajador cubano,
cuyo salario promedio no sobrepasa los 240 pesos mensuales, unos diez dólares
al cambio vigente.
En estas nuevas ferreterías, administradas por el Estado, hasta lo más
insignificante cuesta un dólar. Nada de centavos. Por ejemplo, una cajita
de clavos, una brocha pequeña, un tomacorriente... Para no cansarlos, un
cuarto de galón de pintura de aceite vale más de cinco dólares,
cifra que representa la mitad del sueldo de cualquier trabajador.
¿Qué les parece?
Por tanto, no se pregunte cómo una familia cubana puede reparar el
interior de su casa porque si lo descubre pudiera echarse a llorar.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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