Montar por
delante y bajar por detrás
Caridad Cristina Alvarez, Grupo Decoro
LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - El ómnibus número 3618 de
la ruta 190, perteneciente a la empresa de transporte urbano, avanzaba este 27
de marzo por la Avenida 31 del municipio habanero Playa. Esta ruta se extiende
desde la intersección de las calles O e Infanta, en el Vedado, hasta el
central azucarero Martínez Prieto (otrora el Toledo), ubicado en el
municipio Marianao. Un gran número de pasajeros en el interior del vehículo,
pegados unos con otros, apenas tenían espacio para caminar por el estrechísimo
pasillo hacia la puerta de salida, situada al final del carro, la que es de
obligatorio uso para todos los viajeros. La consigna de los ómnibus
urbanos de la capital cubana es: ¡Monte por delante, y baje por detrás!"
Cuando el ómnibus se detuvo en la parada de la Avenida 31 y la Calle
14 eran las 4 y 50 de la tarde, hora en que numerosas personas se aglomeran en
las paradas una vez concluida la jornada laboral.
El conductor del carro venía pegado a la puerta delantera cual si
fuera una calcomanía. Afuera, 18 cerebros se intranquilizaron, 36 piernas
se alistaron para encontrarse con el feroz empuja que te empuja, se avecinaba
una batalla, no la de ideas de que tanto hablan los voceros del gobierno de
Fidel Castro sino una de verdad, aunque nadie se la imaginaba.
De repente, como por magia, una rubia apareció en el escenario y le
gritó al conductor del vehículo: "Chico, ábreme para
poder subir por atrás".
El interpelado no habló de momento. Su rostro se descompuso en una
mueca de disgusto, de amargura, y después vociferó a todo pulmón:
"¡Oye, vieja, cuántas veces te tendré que decir que
vayas por la puerta trasera. Pareces una boba!" Acto seguido, abrió
la puerta delantera, rubia subió al carro e inmediatamente reanudó
la marcha.
Todos los que esperábamos el ómnibus en la parada nos quedamos
sin poder tomarlo. Aquella acción fue, como se dice en buen cubano, "
a la cara", o sea sin la menor consideración ni respeto por los que
deseaban viajar.
Al cabo de media hora apareció otro vehículo de la misma ruta.
Unos pocos pudimos subir al carro, el resto se quedó en la parada, porque
está establecido que si se bajan cinco pasajeros, por ejemplo, suben
otros cinco. Ni uno más.
Desde que subimos los pocos que logramos acceder a la 190 comenzaron los
empujones. Se escuchó la voz del conductor repitiendo mecánicamente
la misma frase de todos los días: "Suban señores, tengo que
cerrar la puerta". Nos pegábamos unos a otros, se sudaba
copiosamente, tratábamos de avanzar por el pasillo hacia la puerta
trasera.
De nuevo el conductor del carro habló: "Arriba, caballeros,
sigan avanzando que no voy a dejar que nadie baje por delante. Después no
se quejen, esto es parejo pa' todo el mundo". En ese momento, los que
montamos a la 190 en la parada de la 31 y la 14 nos miramos. Todos recordamos al
mismo tiempo a la rubia que media hora antes subió al carro 3618.
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