La
experiencia más triste de Dayana
Tania Díaz Castro
LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Me dicen que Dayana Icterián Núñez
es una mulata bonita de veinte años de edad que, luego de pensarlo bien,
ella y su novio entraron en la embajada de México en La Habana el miércoles
27 de febrero. Escucharon la noticia en la calle, y cuando vieron que un ómnibus
podía llevarlos hasta allí se decidieron y subieron a él.
Explicó que desde muy niña tiene el deseo de irse del país,
sobre todo cuando prefirió el baile como profesión y se enfrentó
a grandes dificultades para ejercerlo. Todos en su familia viven muy apretados,
sin espacio. Su padre, Alberto Icterián, sólo cuenta con un pequeño
cuarto en un solar ubicado en el municipio Marianao.
Luego Dayana se enamoró de un joven que cumple el servicio militar
obligatorio y que sólo cuenta con siete pesos al mes, lo que equivale a
veinticinco centavos de dólar, suma que proporciona las Fuerzas Armadas
Revolucionarias a cada recluta. Ambos jóvenes se comprometieron para
casarse y si aún no lo han hecho es por falta de dinero y de condiciones
para vivir.
La madre de Dayana, Mercedes Núñez, vecina de la calle Animas
#410, en Centro Habana, cuenta que su hija jamás ha cometido delito
alguno. Agregó que no hace mucho un canadiense de 51 años de edad
se enamoró de la joven, le hizo varios regalos costosos y luego le
propuso matrimonio. Pero Dayana no lo aceptó. Le decía a su madre
que se casaría por amor y no por interés. Es por eso que sus
planes eran trabajar, tener un techo propio para vivir cuando se casara con su
novio.
Desde la embajada de México Dayana llamó a su madre de un teléfono
celular. Estaba segura de que podría marcharse de Cuba en busca de un
futuro libre y sin traba alguna ya que, como no pertenecía a ninguna
organización política del gobierno, carecía de facilidades
para lograrlo en su país. Se despidió de su madre y lloró.
De madrugada, mientras dormía abrazada a su novio, fueron despertados
sorpresivamente y sacados en pocos minutos de la sede diplomática. Dayana
se sintió morir. Continúa muy impresionada. A los dos días,
pese a estar ya en la casa de la familia de su novio, allá en el reparto
habanero San Agustín, sigue muy nerviosa, porque jamás imaginó
vivir en carne propia lo que ahora recuerda como una película de los sábados
en la televisión, tanto que a veces la hace perder el sueño.
Dayana se pregunta qué ocurrirá ahora con ella y su novio, un
año menor que ella, porque sabe que tienen menos posibilidades que antes
para abrirse paso en la vida. Su carita linda se pone más triste aún,
me dicen. Sabe que ella y el joven siempre serán un par de náufragos
de la calle 12, donde radica la residencia diplomática de los mexicanos,
donde no recibió ninguna ayuda.
Por último, Dayana dijo que ésta será la experiencia más
triste de su vida. Ojalá sea verdad.
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