Harakiri
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Pensé que cuando tuviera un
libro publicado ello me permitiría fortalecer el clásico gorrión
que desde siempre he sufrido viviendo en esta Isla. Poncito me dijo, antes de
morir, que después que viera mi libro comprendería que "esa
inmensa alegría no existe". Yo aún no he visto el libro. No
he podido tocarlo materialmente. Los deseos de escapar de este infierno continúan.
Es lógico. Estando como estoy, en el Periodismo Independiente, y con un
libro que denuncia al gobierno desde la perspectiva de un hombre solitario, es
real que me sienta vigilado.
La muerte de Poncito me afecta tanto que se parece a cuando me separé
de Ofelia. Ahora sí siento la soledad. Cuando Poncito vivía era
diferente. En ocasiones podía ser cruel, pero uno sentía su extraño
cariño. De todos modos no tendré que vivir arrepentido de no haber
disfrutado su presencia. Hasta los últimos instantes de su vida en
Mercaderes #2 me regocijé en su compañía. Lo único
que podría salvarme ahora es encontrar a una mujer. En "Cartas a Leandro", según el
parecer reciente del escritor cubano en el exilio José Abreu Felipe, es
evidente que estoy de regreso. Esto será un problema en el futuro. Por lo
menos será un problema con algunas mujeres cubanas con las que siempre
hay que volver ha empezar. No se si podré resolver este dilema con
mujeres de otras latitudes que sean más brutas o más civilizadas.
Por lo pronto, en "Cartas a Leandro" me hago el harakiri. Creo que el
libro lo publicaron por eso, porque me hago el harakiri. Quizás si no me
hubiera hecho el harakiri nunca habrían publicado el libro. Pero no estoy
arrepentido de hacerme el harakiri. El propio Poncito, que me conocía
casi bastante mejor y más que muchos amigos, siempre me decía que
Reinaldo Arenas, cuando en sus memorias insinuó que yo estaba de regreso,
lo que hizo fue salvarme. Y es cierto. Es horrible tener que empezar otra vez. Y
es liberador cuando uno se presenta ante el mundo tal cual es.
Anoche me topé otra vez con el oficial de la Seguridad del Estado que
dice llamarse Ramiro o Jesús. Me lo topé en el momento en que yo
iba a entrar al cuerpo de guardia del policlínico "Tomás
Romay", aquí en La Habana Vieja. Estaba acompañado por su
novia. Habían traído a la hermana de la novia con un ataque de
asma. Pienso que el ataque de asma es real. Pero es cierto que con estos
miembros de la Seguridad no hay nada que hablar. Por estar la novia presente
quise ser amable. Pero Ramiro, Jesús, o como se llame, no se conformó
con la cortesía del saludo. Casi de inmediato se tornó agresivo:
Oficial: Tú y todos tus compañeros están metidos dentro
de un saco que el Imperialismo Yanqui ha preparado.
Ramón: ¿El saco está abierto o cerrado?
Oficial: Cerrado. De ahí no te podrás escapar.
Ramón: Mejor. Que se mantenga cerrado. Dentro del saco tengo una
linterna que me da luz. Fuera del saco la oscuridad es más inmensa y hace
frío.
Oficial: Estás prestándote al "juego". Estás
haciendo política.
Ramón: Yo no hago política.
Oficial: Y lo que escribes, ¿qué es?
Ramón: La realidad que me rodea. Si esa realidad está
politizada no es responsabilidad mía. Aristóteles, hace más
de dos mil años, declaró que el hombre es un animal político.
Yo en cambio, había venido al policlínico por una receta para
un medicamento que me quita el dolor que últimamente padezco en el plexo
solar. El doctor me dijo que podía ser una hernia diatal, o parásitos.
Esto me ha consolado. Estuve imaginando que se trataba de un cáncer en el
estómago. Pienso en lo más malo precisamente por la muerte
repentina con que Poncito se nos fue con un cáncer en los pulmones. Y
porque el último libro que estuvo leyendo, Poncito, antes de morirse, se
titula "Muertes poco naturales", de P.D. James, una escritora inglesa
que en el año 1968 entró a formar parte del Home Office
Department.
Y como el narrador de mi novela ("Cartas a Leandro") sigue
viviendo dentro de mí, me ha hecho pensar que a cada uno de los
periodistas independientes cubanos, después que le publican un libro,
tiene que morirse para que el final de su vida sea de película.
Hasta ahora sólo ha muerto Poncito, después que le publicaron
en España "Crónicas desde La Habana".
Raúl Rivero continúa vivo después que le publicaron "Ojo
Pinta"; y Manuel Vázquez Portal continua vivo después que le
publicaron su libro de poemas, y a Manuel David Orrio del Rosario próximamente
le publicarán un libro de crónicas titulado "Los Perros del
Arroyo".
Como tengo algunos libros por escribir, espero que "Cartas a Leandro"
no me cueste la vida... sería una pérdida irreparable para el
futuro de la literatura cubana.
Cartas a Leandro
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