Concluyó
la Feria Internacional del Libro de La Habana
Miriam Leiva
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - La propaganda hacia el exterior y la
gran carga político-ideológica dirigida a la población
cubana caracterizaron a la XI Feria Internacional del Libro de La Habana,
efectuada del 7 al 17 de febrero en el castillo de La Cabaña. La misma
estuvo dedicada al escritor Miguel Pineda Barnet y a Francia, y contó con
la asistencia de intelectuales y del Secretariado de Estado para la Cultura de
ese país.
Ejemplo de la prioridad política conferida al evento fue la promoción
del libro Propaganda Silenciosa, de Ignacio Ramonet, ensayista francés de
origen español y director de Le Monde Diplomatique, efectuada en el
teatro Karl Marx con la participación de cinco mil intelectuales, académicos
y estudiantes cubanos invitados. El presidente Fidel Castro habló y la
presentación fue realizada por Ricardo Alarcón, presidente de la
Asamblea Nacional del Poder Popular. La televisión transmitió el
acto en diferido a través de su espacio estelar Mesa Redonda, en dos
partes. Inicialmente se había previsto publicar diez mil ejemplares del
libro pero se llegó hasta cien mil.
Durante esos días se realizaron las actividades de entrega de los
premios Alejo Carpentier en narrativa y ensayo; Nicolás Guillén de
poesía, así como los premios nacionales de dramaturgia y ciencias
sociales. La distinción por la cultura nacional le fue conferida por el
ministro de Cultura a tres narradores, dos poetas, un investigador, un ensayista
y dos editores. Además, el premio nacional de literatura recayó en
Nancy Morejón, quien lo recibió de Ricardo Alarcón.
Si bien la concurrencia a la feria procedió de la capital, los medios
de prensa comentaron ampliamente sobre ella, por lo que la información
llegó a todo el país.
Se dice que asistieron a la feria unas 300 mil personas en once días,
cantidad que impactó a un extranjero participante en la misma que
entrevistó la televisión cubana.
¿Acaso la avidez por la lectura mueve a tanta gente?
En Cuba se produce un fenómeno complejo al anunciarse cualquier
actividad recreativa. Sí, porque la feria además de libros tuvo
payasos, música y comestibles, así como stand para conocer qué
se publica en otros países. Incluso, algunas editoras extranjeras
vendieron algunos ejemplares de autores proscritos en la isla como Guillermo
Cabrera Infante y Mario Vargas Llosa, los cuales se agotaron enseguida. Por
tanto, la población se vuelca entusiasmada y a raudales.
Sobre todo incentivó que el transporte, deficiente crónicamente,
estuvo garantizado por medio de un sistema de ómnibus directo y constante
desde el municipio Centro Habana hasta la feria.
El nivel de escolaridad promedio en Cuba es de noveno grado y los libros han
escaseado en los últimos doce años. En la década de los 90
desparecieron prácticamente las nuevas ediciones y los publicados con
anterioridad fueron agotándose.
Por tanto, la feria constituye la gran oportunidad para adquirir libros en
pesos cubanos, lo que durante el resto del año es imposible a no ser que
se compren en las librerías de venta en dólares.
La literatura política sobresalía en el gran local de venta de
la feria, pero poco de ella se veía en manos de los compradores, ya
saturados por cuarenta años de adoctrinamiento.
Las obras infantiles y juveniles seguían en profusión, aunque
sobresalían por los precios más asequibles Pionero, texto
vinculado a la organización política, Las Aventuras de Elpidio
Valdés, modestos minilibros de La Edad de Oro, escrita por José
Martí, y otros.
Las novelas de Salgari y Julio Verne costaban de diez a quince pesos. Si se
buscara la equivalencia en dólares apenas alcanzaría los 50
centavos, pero si se tiene en cuenta que el salario promedio mensual es 248
pesos, se comprenderá que una familia poco puede comprar.
Otros libros fueron biografías, novelas y poesías cuyos
precios oscilaron entre 15 y 40 pesos. Antes del período especial, cuando
el peso tenía mayor valor y los salarios eran similares a los actuales,
los libros costaban no más de tres pesos.
Por supuesto, entre los autores cubanos no se encontraban los poetas y
escritores con posiciones propias o contestatarias al régimen, residentes
o no en el país, como Raúl Rivero, Zoé Valdés, Jesús
Díaz y otros tantos, a pesar de que el diario Granma decía el 11
de febrero de Ignacio Ramonet: "Pensamiento vigoroso, independiente y
creador, que contribuye a la comprensión del mundo en que vivimos".
Tal parece que en Cuba hay que ser extranjero para expresar las opiniones
(claro está, siempre que se pueda manipular), o fallecido como Lezama
Lima, algunos de cuyas obras se vendieron, o reivindicado como Antón
Arrufat que al fin pudo ver circular Los Siete contra Tebas, luego de haberse
prohibido desde los años 60.
Ojalá los editores extranjeros puedan apreciar en el futuro, además
de la afluencia de público, la compra por éste de sus valiosas
publicaciones, que ahora sólo están al alcance de una minoría
poseedora de dólares, así como que puedan venderse las obras
cubanas de libros exponentes de todo el buen hacer de los nacionales, sin
discriminaciones.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|