Cuesta
abajo
Tania Díaz Castro
"...el tiempo viejo que añora y que
nunca volverá..."
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Por estos días se celebra en
La Habana la XI Feria Internacional del Libro, patrocinada por el gobierno de la
isla, más con fines publicitarios que por otra razón. Los libros
que se ofertan en moneda nacional son caros, y los mejores sólo pueden
adquirirse en dólares, que no recibe el trabajador cubano.
Para realizar esta feria -no es la primera vez- se ha utilizado la fortaleza
de La Cabaña, donde fueron fusilados Juan Clemente Zenea y muchos otros
patriotas cubanos que luchaban por la libertad de Cuba en el siglo XIX. Los
fosos o excavaciones hechas alrededor de esta fortaleza sirvieron también
para fusilar opositores al régimen de Fidel castro y sus calabozos para
guardar presos "plantados" durante décadas. Por eso no dudo que
verdaderas almas sensibles puedan escuchar quejidos y lamentos de los presos
enfermos y moribundos o los gritos de rebeldía mientras recorren
pasadizos, galeras y celdas.
Este macabro acontecimiento de celebrar una fiesta de libros entre las
paredes que guardan historias tan tristes me hace retroceder en el tiempo y
detenerme en el año 1968, cuando a consecuencia también del "caso
Padilla" numerosos escritores europeos y latinoamericanos de primera línea
dejaron de visitar Cuba a pesar de los beneficios que esto les representaba:
vacaciones gratuitas en los mejores hoteles de la capital, publicación de
sus libros, fines de semana en las playas de Varadero y amores de cubanas como
ocurrió al novelista Julio Cortázar con la cantante negra Maggie
Prior, ambos fallecidos.
¿Qué le ocurrió al modelo cubano que ya no tenía
el mismo atractivo para los escritores extranjeros más codiciados? ¿Por
qué dejaron de visitar Cuba los tres hermanos Goytisolo, Jorge Edwars,
Carlos Fuentes, Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Juan Gelman, Laurette Sejourneé,
Nicanor Parra y muchos otros?
¿Acaso porque la revolución de Fidel Castro iba cuesta abajo? La
política de la clase gobernante cubana con los intelectuales extranjeros
nadie duda de que ha fracasado. Es por eso que en una entrevista realizada por
el catedrático y escritor mexicano Jorge G. Castañeda al escritor
colombiano Gabriel García Márquez, éste se refiere a que
los intelectuales de segundo nivel, sin oportunidades en sus propios países,
"encontraron el modo de adquirir poder convirtiéndose en los
paladines de la solidaridad". Señala el novelista cómo
peregrinaciones enteras de intelectuales de segundo rango emprendieron viaje a
La Habana con el propósito de desplazar a los de primera línea de
su posición de liderazgo.
Lógico pensar que es la razón por la que sólo algunos
de estos escritores continúan su peregrinar gratuito por hoteles de lujo
y hermosas playas, disponibles para el turista extranjero y prohibidas para el
ciudadano cubano.
Pero la política de la clase gobernante hacia los escritores de la
isla se tornó diferente. Hoy por hoy se trata de una estrategia que sólo
tiene como finalidad alcanzar un objetivo: evitar el éxodo de
intelectuales. Así, los premios nacionales de literatura, que son menos
de veinte, reciben del propio gobierno la cantidad mensual de cien dólares
y, de acuerdo al criterio oficial, la cantidad de cuarenta o veinte el resto de
los escritores. El actor Tito Junco, de larga trayectoria artística, el
dramaturgo Humberto Arenal y el poeta Luis Marré, reciben cuarenta. Los
que guardan un exilio interno en sus casas, como los poetas Rafael Alcídez
Pérez, Raúl Luis y otros, no reciben nada.
Es probable que el dinero lo cobren en las propias oficinas del Ministerio
de Cultura o que un amable personaje en una moto Zuzuki, vestido de forma
sencilla y algo misterioso, sea quien visite los hogares de estos intelectuales
ya ancianos con un sobrecito en la mano y una sonrisa enigmática.
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