Una nueva
etapa
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Si mal no recuerdo fue en agosto de
1998, luego del juicio contra el opositor Reinaldo Alfaro en el Tribunal Popular
Provincial de La Habana, que se efectuó la primera manifestación pública
de la oposición desde que el 24 de febrero del 1996 fue frustrado el
Concilio Cubano.
En esa ocasión decenas de opositores dieron gritos de ¡Libertad!
mientras recorrían la calle Zulueta, donde el tráfico de vehículos
y peatones se paralizó por treinta minutos. El hecho sorprendió a
las fuerzas represivas de Fidel Castro, que no arrestó a nadie aunque
posteriormente algunos de los manifestantes recibieron citaciones y fueron
interrogados por la policía política.
Tres meses después, en noviembre, en el mismo tribunal iba a ser
enjuiciado el periodista Mario Julio Viera, pero la policía política
(que ahora sí se había preparado para evitar manifestaciones públicas)
se salió del libreto, comenzó a provocar a los opositores que se
presentaron en el sitio en solidaridad con Viera y los agredieron.
Esta vez, por primera vez en muchos años, numerosos habaneros
pudieron ver cómo agentes de la Policía Nacional y de la Seguridad
del Estado, secundados por paramilitares de las Brigadas de Respuesta Rápida,
golpeaban a los pacíficos manifestantes en plena vía pública.
El escándalo fue primera plana en medios de prensa internacionales.
Para evitar situaciones similares, el gobierno de Castro optó por
evitar que los opositores y los periodistas independientes salieran de sus casas
cada vez que hubiera la posibilidad de que ellos se presentaran masivamente en
lugares públicos.
El procedimiento usado consiste en sitiar a opositores y periodistas en sus
casas desde horas de la madrugada, apostar oficiales de la policía política
en la puerta de las viviendas de los sitiados y arrestar a los disidentes si
tratan de abandonar sus viviendas.
A mí, por ejemplo, durante 1999 se me prohibió salir ocho
veces de mi casa en dos días cuando el juicio contra Oscar Elías
Biscet. Por último traté de salir de mi hogar y fui arrestado
hasta que concluyó el juicio. Esto es una violación de las propias
leyes impuestas por el régimen, ya que según ellas los tribunales
son los únicos facultados para imponer la medida de reclusión
domiciliaria.
Poco tiempo después el gobierno -y digo así porque la policía
política cumple órdenes del gobierno- parece que se percató
que este procedimiento lo dejaba muy mal parado políticamente y hasta el
momento no lo ha vuelto a aplicar. Decidió apostar fuerzas represivas en
torno al lugar que fuera, medida que no impidió que el 4 de diciembre de
2000 miembros de la oposición realizaran una marcha desde la iglesia de
Santa Bárbara hasta la de San Leonardo, en la barriada capitalina Párraga.
La prensa extranjera cubrió la noticia.
Desde ese momento, la policía política recomenzó a
advertir (ya lo había hecho en otras ocasiones) que serían
permitidas reuniones de opositores en sus casas pero no los actos en las calles.
Pero tampoco les resultó esta medida porque comenzaron a
regularizarse las reuniones de decenas de opositores por cualquier motivo y la
población comenzó a ver cómo el movimiento ganaba fuerza.
Entonces los oficiales de la Seguridad del Estado dieron la contraorden: ya no
se permitirían reuniones en ninguna parte.
Ahora tratan de impedir hasta que los opositores se encuentren en las
iglesias para participar en las misas. Para ello despliegan tremendos operativos
en derredor de los templos y le impiden la entrada de manera selectiva a algunos
disidentes.
Tampoco le ha dado resultado a la Seguridad del Estado aplicar este método,
porque los pocos opositores que logran entrar a las iglesias, cuando termina la
misa, salen a la calle y dan vivas a los derechos humanos y piden a gritos la
libertad de los presos políticos.
Uno de estos eventos tuvo lugar en la iglesia Los Pasionistas, ubicada en el
municipio Diez de Octubre, después de la pastoral Carcelaria del 24 de
enero del presente. Diez opositores resultaron arrestados y se dice que tres de
ellos serán enjuiciados. Siete fueron multados.
Días después, el 11 de febrero, sucedió un hecho
similar en la Iglesia del Sagrado Corazón, situada en la calle Reina,
municipio Centro Habana. Cuarenta opositores salieron del templo dando gritos de
"¡Libertad!", de "¡Vivan los derechos humanos!" y
de "¡Libertad para los presos políticos!" De nuevo hubo
arrestos, pero cientos de transeúntes presenciaron el acto de
desobediencia civil.
No me corresponde juzgar si el precio de tales demostraciones es alto o si
es o no es un buen método de lucha. Me limito a concluir que tanto el régimen
castrista como la oposición saben que el mundo está en otra etapa
y que Cuba no está fuera del mundo.
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