Hay que
hacer algunos ajustes
Moisés Rodríguez Valdés, Grupo Decoro
CABAÑAS, febrero (www.cubanet.org) - En Cabañas, poblado
costero ubicado en la provincia La Habana, hace un par de semanas ocurrió
un hecho por el cual se confirmó que la gente comienza a expresar sus
opiniones luego de muchos años autocensurándose para tener una
vida relativamente tranquila.
A finales de enero, autoridades estadounidenses devolvieron al país a
un grupo de jóvenes de esta localidad que trató de llegar a la
Florida. Fueron devueltos, como se hace en estos casos hace años, por la
bahía de Cabañas.
Cuando arribaron al puerto, de inmediato los introdujeron en varios vehículos
con destino a la capital cubana, al parecer para concluir el trámite de
la devolución, de donde los regresaron posteriormente.
El día de la devolución era conocido. Desde temprano en la mañana
se notó inusuales movimientos y concentración de personas en la
calle principal y en el parque central de Cabañas, uno de esos pueblos
donde casi nunca ocurre nada relevante.
Cuando se vislumbraron los primeros carros, que obligatoriamente deben
transitar por la calle principal y por el parque para llegar a La Habana, los
grupos que parecían un poco dispersos se organizaron espontáneamente
y formaron una perfecta hilera de personas a ambos lados de la calle y en la
zona de la plaza, como suele hacerse en los recibimientos que organiza el
gobierno para sus invitados extranjeros.
La multitud saludaba calurosamente a los jóvenes de Cabañas
que fracasaron en el intento de vivir en la tierra de Washington, Lincoln y
Luther King.
El suceso fue un acto de libre expresión excepcional en la historia
de esta región habanera. Hasta de la escuela primaria y de la policlínica
salieron trabajadores, de quienes se dice son familiares de algunos de los
balseros devueltos, para demostrar su apoyo a los que iban en los carros rumbo a
la capital.
Todo ocurrió en un santiamén. No hubo ningún problema,
ninguna conducta incorrecta. Sólo calor humano, solidaridad.
Desde los vehículos, los jóvenes reciprocaban los saludos de
sus compatriotas. Las caras de los frustrados emigrantes estaban radiantes de
alegría por la tremenda muestra de apoyo moral. En cambio, las de sus
escoltas reflejaban confusión, como si no entendieran por qué las
nuevas generaciones, contra toda lógica, huyen del paraíso rumbo
al infierno. Hay que hacer algunos ajustes. Y pronto.
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