Mi libro
proscrito
Tania Díaz Castro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Con motivo de la XI Feria
Internacional del Libro, que abarcará a todas las provincias de Cuba
hasta el 12 de marzo y a la cual sus promotores llaman "Feria de los libros
del Comandante", quizás porque él hizo funciones de censor de
obras y autores, viene a mi mente un viejo y siempre presente recuerdo sobre mi
libro de poesía "Todos me van a tener que oír", editado
por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en 1970.
Aquellos tiempos eran de muy mal agüero para los escritores cubanos. El
gobierno de la isla, por medio de su Ministerio del Interior, controlaba de tal
manera el mundo literario que apenas quedaba resquicio alguno para la libertad
de creación o de expresión.
Como paradoja propia de un régimen totalitario, y a pesar de haber
reflejado plenamente en mis versos una transparente postura revolucionaria, mi
libro, como los de muchos autores, cayó en desgracia porque a alguien se
le ocurrió leer entre sus líneas, para más tarde dar su
parecer en una reunión donde yo, por supuesto, estuve ausente. Pero este
señor había leído mal mis poemas o era dentro de él
donde llevaba el veneno. Se trataba de un simple comunista que dibujaba muñequitos
en la prensa nacional, incorporándoles textos de discursos de Fidel
Castro. Me refiero a René de la Nuez, desaparecido hace algunos años
de los medios del régimen castrista. No era pues una persona autorizada
culturalmente para hacer veredictos de este tipo.
Nuez, como era conocido por sus caricaturas, usó el poema "El
Traidor", que aparece en la página 72 de mi libro -e inspirado en
una persona muy vinculada a mi vida íntima y que prefiero no identificar
porque está muerto- para difamar de mi obra poética y de mi
persona en aquella reunión a puerta cerrada, celebrada en la UNEAC.
Pensó el caricaturista que mi poema era también una caricatura
política inspirada en Fidel Castro, puesto que en él me refiero a
un hombre alto, de nariz pronunciada y perruna, con estrellas y lunas en su
poder, soles en su lujoso tablero de ajedrez.
Para Nuez, según mi poema, Fidel Castro era un maniquí grande
por gusto y oportunista. Seguramente que los versos que más le intrigaron
fueron esos de "el hombre siguió creciendo / hasta convertirse en
una especie rara de animal", porque en secreto al líder máximo
lo llamaban precisamente "El Caballo".
Los últimos versos del poema, según el caricaturista político,
resultaron definitorios: "Hoy traicionó a los humildes / encima de
su piel plantó la peor palabra / cuando me alejo / recuerdo que una vez
lo amé".
Mi libro "Todos me van a tener que oír", como ha ocurrido
con tantos otros que no complacen al régimen, desapareció de las
listas editoriales. También yo desaparecí, porque me separaron de
la membresía de la UNEAC pese a haber sido fundadora de la misma. Para
colmo, hasta mi expediente como escritora desapareció de sus archivos.
Durante varios años permanecí ausente de los medios literarios
sin que se me incluyera en numerosas antologías de Cuba y del extranjero.
Como ejemplo, guardo la antología "Poetisas cubanas" editada en
1985, hecha por el poeta Alberto Rocasolano, que me regaló un ejemplar de
la misma. Dice en su dedicatoria: "Para Tania Díaz Castro, quien por
derecho propio debía figurar en esta Antología (razones ajenas a
mi voluntad y afecto lo impidieron). Sosegada la tormenta, aunque inmersos en
turbulencias mayores, vaya un abrazo a la mujer y poeta de Alberto Rocasolano, 6
de septiembre de 1991".
Como es natural, en esas nuevas turbulencias cae de su rama el caricaturista
Nuez. Me cuentan que en Estados Unidos publicó una caricatura que le costó
una buena reprimenda del gobierno cubano. En una mesa de comer sentó a un
matrimonio con un niño. La mujer le dice al esposo: "Mira, ya
nuestro hijo es un hombre". "¿Y eso por qué?", le
pregunta el esposo. "Porque le quitaron ya el litro de leche",
responde ella.
Se trata, ni más ni menos, de una caricatura fiel a la realidad que
sufre la sociedad cubana a causa de la ineficiencia del régimen, donde
los niños no reciben leche natural después que cumplen los siete años
de edad.
Por esta razón Nuez cayó en desgracia. Dicen las buenas y las
malas lenguas que a veces se le ve caminando por las calles, esquivando con
mucho cuidado los innumerables hoyos de las aceras rotas. Me gustaría
encontrármelo y decirle, por última vez, que mi poema "El
Traidor" no fue inspirado en la figura de Fidel Castro; que,
lamentablemente, mi libro fue un libro revolucionario. Ahora seguramente me
creería.
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