Poner el
dedo en la llaga
Tania Díaz Castro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Sin darse cuenta, el sacerdote
jesuita de la Iglesia Católica del Brasil, Frei Betto, promotor de la
teología de la liberación y amigo de Fidel Castro, ha puesto el
dedo en la llaga respecto a la situación económica que sufre el
pueblo cubano, mucho más grave que la de Argentina.
De acuerdo a lo planteado por Betto en un artículo publicado por
Juventud Rebelde, hay que buscar una alternativa al actual modelo económico
del mundo. Por lo tanto, se sobrentiende, también en Cuba. Veremos por qué.
Luego de hacer un breve análisis sobre el estado en que se encuentra
la economía mundial, entre otras cosas, el sacerdote brasileño se
refirió a que en nuestro planeta, con seis mil 100 millones de
habitantes, sólo una tercera parte de ellos goza de "condiciones
dignas de vida", mientras que el resto vive en la pobreza o en la miseria,
porque no recibe una renta mensual equivalente a sesenta o a treinta dólares,
respectivamente.
Pero en su trabajo, el jesuita no menciona para nada la crisis de Cuba
(donde los trabajadores perciben un salario promedio mensual muy por debajo del
equivalente a treinta dólares), crisis que se ha prolongado durante décadas.
Ni siquiera Betto se atreve a comparar la situación de la isla con la de
los países más pobres de Africa.
El fracaso comunista de Fidel Castro se hace evidente en este artículo
de Betto, aunque él no lo diga por lo claro. Casi cincuenta años
de economía socialista, controlada en su totalidad por el Estado, y no
tenemos el mismo nivel de vida de los latinoamericanos, exceptuando Haití.
El teólogo de la liberación también obvia otro aspecto
fundamental: el derecho de todo ciudadano a expresar libremente su pensamiento
político. En Cuba -y esto lo pueden confirmar todos los que la visitan,
aunque se hospeden en los hoteles de lujo o en las casas de protocolo- no puede
ocurrir lo que recientemente se logró en Venezuela: quienes se oponen al
chavismo tuvieron todas las garantías para expresar su criterio en las
calles, en la prensa local, en los canales de televisión y en la radio.
Tampoco podrá suceder en Cuba lo que en Buenos Aires: demostraciones de
rebeldía en la vía pública y en los comercios.
El cubano, sobre todo el cubano de a pie, es víctima de una
sofisticada maquinaria represiva hace más de cuatro décadas. Son
las mayorías cuyos derechos no cuentan para nada. A estas mayorías
se les restringe el ejercicio de la libertad en aras de la planificación
económica centralizada de un Estado inoperante y fracasado, cuyos
representantes no comparten las penurias del cubano común.
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