Belkis Cuza Malé. Publicado el viernes, 1 de febrero
de 2002 en El Nuevo Herald
Desde que lo vi retratado en el periódico quise escribir sobre él.
Pobre Marjan, pobre león de Afganistán. Acaba de morir en el zoológico
de Kabul, tras una vida de maltratos. Sobrevivió sin embargo a las
penurias, aunque no a la libertad, ni a una mejor alimentación.
Este Marjan tiene cara triste en las fotos, rostro de león sin
suerte. Generación tras generación, al pobre le ha tocado ser
testigo de todo, guerrilleros, invasores rusos, talibanes, y hasta de los
ataques con misiles y bombas del ejército norteamericano y sus aliados. ¿Se
imaginan cómo se moriría de susto allí en su celda el pobre
Marjan, cuando explotaban esos artefactos aéreos?
El, que las había pasado negras --pues hasta perdió un ojo en
1990, cuando le lanzaron una granada en venganza porque había matado a un
guerrillero--, sólo conocía el lado miserable de la vida. Por eso
quizás, con la rubia melena hecha una greña y las ojeras de unos
riñones que ya no funcionaban, Marjan parecía más bien un
león de mala muerte, de ésos que arrastran por los pueblos los
cirqueros en quiebra.
Triste y olvidado, pasó los últimos años soportando, al
igual que su pueblo, los abusos de los talibanes, quienes también se ensañaron
con él. Ahora Marjan, dicen, tendrá estatua. Porque de pronto, con
la liberación, y tras su muerte, el pobre león se ha convertido en
un símbolo de la resistencia afgana. Al menos, las generaciones futuras
sabrán que Marjan acompañó a su gente hasta donde pudo.
Y eso me recuerda precisamente otros leones y otro pueblo, el cubano. En el
zoológico de La Habana debe de haber más de un Marjan.
Sobrevivientes de tantas miserias como el propio león afgano. Rumores no
han faltado nunca: a los leones cubanos se les alimenta con perros y gatos
recogidos de las calles, y sabrá Dios qué más.
Si los cubanos apenas pueden hacer una comida al día, imagínense
qué recibirán los animales del zoológico. La Habana es hoy
una ciudad no sólo destruida, pestilente e infectada, y a punto de
desmoronarse como si fuera de arena, sino repleta de animales que deambulan por
sus calles en busca de algo que comer.
Se dice que los gatos desaparecieron durante el periodo especial, y hasta
las aves de rapiña se convirtieron en fritas y croquetas, al igual que
las frazadas de limpiar el piso y cuanto animal se dejara atrapar. Ladrones de
caballos, rateros de aves de corral, de ganado, de perros y gatos no han faltado
en Cuba en las últimas décadas, y hace un tiempo corrió el
rumor de que la jirafa del zoológico habanero había desaparecido
para convertirse en carne de consumo para la población.
Se ha escrito mucho sobre la mala alimentación en la isla, pero nada,
o casi nada se dice de cómo sobreviven los animales domésticos en
medio de la crisis permanente de esa economía. Alguien me contó
que hubo tiempos en que alimentaba a su perro con cáscaras de plátano
hervidas y luego machacadas. Y otros, con cáscaras de huevos, hojas de
yagruma, toronjas, etc, etc.
En cambio, la vaca que Fidel Castro tenía en la azotea de su casa del
Vedado, comía mejor que cualquier niño cubano. ¿Se acuerdan
cuando los chinos regalaron al presidente Nixon aquellos osos pandas? Bueno, a
lo mejor Fidel Castro estaría dispuesto a regalarle ahora a Bush una de
sus vacas, porque hace mucho que están en extinción las jutías
y los manatíes, nuestra fauna autóctona --aunque estoy
completamente segura de que el presidente Bush no va a hacer relaciones con el
gobierno de Fidel Castro, no importa lo que sugieran las apariencias, y por lo
tanto, no habrá regalitos.
Marjan, el de nombre de piedra preciosa, ha recobrado al menos la dignidad
de su estirpe, pero nuestros pobres leones cubanos aguardan impacientes, y son
sin duda símbolo de todo un pueblo encarcelado. No estaría mal ir
pensando también en una estatua para ellos.
belkisbell@aol.com
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