CUBANET .INDEPENDIENTE

30 de abril, 2002


La batalla de las ideas

Oscar Mario González, Grupo Decoro

LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Batalla de ideas, así denominó el gobernante Fidel Castro a lo que en realidad ha resultado ser el aumento de la represión y del control político de los cubanos, el incremento del lenguaje belicista e intransigente, de las marchas, contra marchas y movilizaciones populares.

Como novedad en este procedimiento se implantaron las mesas redondas y las tribunas abiertas. Rincones ocultos de la geografía cubana, ignorados por el gobierno castrista y privilegiados por la desatención de los funcionarios, hoy tienen el dudoso honor de ser sedes de las tribunas abiertas, que nada tienen de abiertas porque están cerradas a cualquier punto de vista que discrepe de los del régimen.

En realidad, excepto las mesas redondas, el procedimiento no es novedoso ya que durante más de cuarenta y tres años nuestro pueblo ha sido convocado para librar las más disímiles batallas.

Siguiendo el léxico del totalitarismo, se han dado batallas por la zafra azucarera, por la salud, contra la blandenguería, la de las papas... hasta llegar a la más reciente que fue contra el mosquito Aedes aegypti.

Lo más significativo es que todas estas batallas han estado acompañadas de sus respectivas victorias. Incontables batallas e incontables victorias son la causa por la cual el pueblo se pregunta por qué después de 43 años de triunfos ininterrumpidos vive tan mal, por qué luego de cada conquista la situación empeora.

Como no soy experto en cuestiones militares y mucho menos en el arte de la guerra, yo también tengo muchas interrogantes, dictadas por el sentido común, que se resumen de la siguiente manera.

Primero, las tropas del régimen combaten con un enemigo desarmado ya que las ideas necesitan expresión y todo los medios de prensa están en manos del gobierno. Por tanto, como sólo veo en el campo de batalla a un contendiente, es un combate absurdo o, que es lo mismo, una batalla inexistente. El vacío que esta contradicción lleva a mi mente sólo podría llenarse imaginándome al caballero de la triste figura, Don Quijote de la Mancha, en su lucha contra los molinos de viento.

Segundo, el nombre de esta contienda es incorrecto porque las armas que esgrime el gobierno de Castro no son los argumentos sino las amenazas, calumnias y difamaciones. ¿Serán estas armas las que suplen la falta de ideas? De cualquier forma, repito, no es válida la denominación, aunque sé que decirlo es grave, pues contradice nada más y nada menos que a quien no se puede contradecir.

Tercero, las armas con las cuales cuenta supuestamente el totalitarismo son obsoletas: los conceptos unipartidismo, control centralizado de la economía con ausencia de propiedad privada, entre otras. Estos recursos bélicos fueron derrotados, fueron desechados por inservibles. Con ellos no se gana ninguna guerra por muy desigual que sea. Estas armas no se llevan al combate porque sencillamente no sirven. Esgrimirlas sería tan surrealista como ver la figura de Napoleón vestido de verdeoliva y enfrentando a los ejércitos inglés y prusiano con una tropa armada de arcos y flechas. O al Führer enfrentándose a las tropas aliadas con un ejército armado de mosquetes y arcabuces.

Pero bien, la realidad es que la tiranía sólo ha ido de revés en revés durante más de cuatro décadas, pues si no cómo después de inflingirle tantas derrotas al supuesto enemigo aún está presente la libreta de racionamiento, cómo no se han acabado las colas en las paradas de los ómnibus, cómo persisten las barbacoas insalubres y el hacinamiento de cubanos en las viviendas del país, cómo se explica que dos millones de metros cúbicos de escombros hayan escapado de las huestes revolucionarias en la capital cubana.

En mucho menos tiempo y con algún que otro revés, Alejandro el Magno manifestó su tristeza por no tener otras tierras que conquistar. Pero aquí, cerca del medio siglo de victorias, con un comandante en jefe invicto aún, nos queda por conquistar el vaso de leche y el pedazo de carne, además del plato de frijoles, el jabón de baño y la pasta dentífrica, entre otros productos que sólo se pueden conquistar en las shoppings mediante el peligroso, el enemigo dólar estadounidense.

De todo esto puede resumirse: el incremento de la represión castrista y su exasperación son muestras de su debilidad, de su fracaso total.

Estas movilizaciones añadidas después de un extenuante desgaste son la gota que colmaron la copa del dolor para un pueblo que no puede perder más que las cadenas que cruelmente le atan a la tiranía castrista.


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