Pánico
en el aeropuerto
Caridad Cristina Alvarez, Grupo Decoro
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Mercedes Grandal y su hija Iris
subieron al auto que las conduciría al aeropuerto internacional José
Martí, ubicado en la capital de Cuba. Aquella tarde del 6 de abril terminó
la visita de Mercedes a su hija. Permaneció en el país durante
quince días y debía regresar a Estados Unidos de América,
donde reside hace ocho años.
A las 7 y 15 de la noche ambas mujeres llegaron a la terminal aérea número
dos, que es donde atienden a las personas que viajan a Estados Unidos. El lugar
estaba lleno de personas que viajarían en el vuelo C04885 de la línea
Continental, con destino a Miami, así como de familiares de éstos.
El boleto de regreso de Mercedes señalaba que debía personarse
en la terminal a las siete de la noche, dos horas antes de la salida de la nave,
planificada para las nueve.
Con el pasaporte y el pasaje, Mercedes se dirigió al mostrador donde
chequean los documentos de rigor. Le extendió sus papeles al empleado
Alfredo Mejías Piedra, quien los tomó y después de
revisarlos dijo: "Lo siento mucho, señora, pero no podrá
viajar hoy porque ya se chequearon todos los pasajeros que saldrán en
este vuelo. Lamento su situación, pero el avión está lleno".
Mercedes se puso pálida. Parecía como si la sangre se le
hubiera paralizado en las venas. El terror se apoderó de ella. "¿Qué
usted dice? Creo que usted está en un error, aquí dice claramente
-y ella señaló el pasaje con uno de sus dedos índice- que
yo debo presentarme en este sitio a las siete de la noche, y como son las 7 y 15
es imposible que en sólo quince minutos usted haya chequeado a todos los
pasajeros del avión".
"No, señora, no se puede chequear a tantas personas en tan corto
tiempo. El chequeo comenzó a las 5 y 30 de la tarde, no a las siete"
-ripostó el empleado del aeropuerto.
"Pero en el billete se expresa que yo debía estar aquí a
las siete de la noche y no a las 5 y 30 de la tarde" -enfatizó
Mercedes.
El empleado agregó: "Además, lo que agrava el problema es
que se vendieron más pasajes que asientos. Las líneas aéreas
sobrevenden los vuelos porque no quieren que los aviones salgan vacíos,
ya que eso le ocasiona pérdidas. Pero no se preocupe, la línea
Continental pagará su estancia en un hotel hasta que usted pueda tomar
otro vuelo".
El rostro de Mercedes Grandal se contrajo. Decidió serenarse para no
dañar su salud. Respiró profundamente, llenó sus pulmones
de aire, contó hasta diez para recobrar la calma. Su mirada se serenó
y con voz firme dijo:
"Puede usted llamar al director de esta terminal. Soy ciudadana
estadounidense y deseo reclamar mi derecho a viajar en el vuelo donde reservé
un asiento hace más de un mes. Sería tan amable de buscar a ese señor".
De inmediato, la actitud del empleado cambió. Con una sonrisa, él
le pidió a Mercedes su pasaporte y manifestó: "Voy a ver qué
puedo hacer".
Otras personas habían llegado al lugar mientras se desarrollaba esta
escena. Ellas también se habían retrasado unos minutos. La situación
se puso tensa cuando también ellos comenzaron a reclamar que querían
regresar a sus hogares.
Al cabo de cinco minutos, el empleado regresó e informó: "Ya
todo está arreglado. Sacamos del vuelo a tres ciudadanos cubanos que iban
de viaje temporal a Estados Unidos para que tres de ustedes ocupen sus asientos.
Los demás tendrán que aceptar ir a un hotel, pues no hay más
capacidad en el avión".
Cuando el empleado de la terminal número dos del aeropuerto José
Martí le entregó el pasaporte estadounidense a Mercedes y le dijo
que podía viajar, ella agradeció con una sonrisa nerviosa. Fue
tanto el miedo de no poder regresar a la vida en libertad, que llegó a
sentir pánico en este aeropuerto de la tierra donde nació.
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