El Torniquete
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, abril - Un refrán que heredamos de nuestros abuelos
expresa que "al que no quiere caldo le dan tres tazas", lo que
significa que cuando no se quiere alguna circunstancia de la vida real o se
trata de evitar, en ocasiones hay que soportarla hasta el cansancio.
¿A quién le gusta que lo empujen, le pisen los pies, le metan un
dedo en uno de sus ojos o lo tiren a lo largo sobre el pavimento?
Pues bien, éstos son algunos de los tratos que en La Habana tienen
que soportar estoicamente las personas que dependen del servicio de transporte público
para trasladarse de un sitio a otro del país.
Pero esto no es todo. Cuando el ómnibus llega, repleto de gente después
de esperar durante horas en la parada, hay que entrar a él por una puerta
muy estrecha y pasar a través de un "torniquete" que parece un
tiovivo o un erizo colocado horizontalmente al suelo y cuya función es
marcar en un contador incorporado a este aparato a cada uno de los que logran
subir al vehículo.
Lo dicho hasta aquí pudiera parecer pausado, fácil de
ejecutar, pero cuando se trata de veinte, treinta o más personas tratando
de llegar al torniquete a través de una puerta por donde dificultosamente
puede pasar una a la vez, se podrá entonces conocer la magnitud de la
tragedia, de la angustia que viven a diario los pasajeros en la capital cubana.
Angustia, frustración que se multiplica con cada ómnibus que
se aleja sin que usted pueda subir a él, sabiendo que el próximo
carro puede demorar horas en aparecer, y que llegará en las mismas
condiciones.
Además de contar y martirizar a los habaneros y a los visitantes de
la capital, otra función del torniquete es evitar que éstos viajen
sin pagar porque el aparato no permite el paso hasta tanto libere su mecanismo
el cobrador a quien se le entrega el importe del pasaje.
Esta medida fue necesaria adoptarla -según se dice- porque
constantemente se robaban el dinero de los pasajes, que por el anterior método
se depositaba en una alcancía con candado situada al lado del chofer del ómnibus.
Pero como el robo en Cuba es un fenómeno cotidiano y de
supervivencia, el sistema del torniquete no detiene a conductores y cobradores
para "llevar para la casa al menos el diario por medio del invento".
Entre maltrato y maltrato no faltan los momentos humorísticos a bordo
de estos medios de transporte. Tales son los frecuentes casos de personas
tratando de pasar el torniquete con un cake en las manos o de jóvenes a
las que el aparato les traba la falda al pasar por él.
Cuando la gente se queja de problemas como los descritos o de otros que se
presentan diariamente en el interior de los ómnibus urbanos, la respuesta
de los choferes y cobradores es la misma: "¡A mí no, vayan a
quejarse al Comité Central del Partido Comunista!"
Los rostros amargados, la desesperación, la inconformidad, la
frustración se manifiestan con más fuerza durante la espera de los
medios de transporte público, dentro de ellos o al descender de los
mismos. Nadie quisiera depender de este mal servicio; sin embargo es una
experiencia que hay que repetir una y otra vez cada día.
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