La luz de Don
Pepe
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - En abril de 1862 batió las
columnas de la vida uno de los grandes pensadores y educadores cubanos del siglo
XIX. De tal trascendencia es él que para muchos es el formador de lo que
pudiera llamarse una ética a la cubana, en el sentido de considerar a ésta
como el conjunto de valores morales que autorregulan las conductas individuales
e incluso sociales.
Se trata de José de la Luz y Caballero, habanero de pura cepa, que
nació en 1800 y con sólo 24 años de edad sucedió a
José Antonio Saco en la cátedra de Filosofía del Seminario
de San Carlos, donde germinó buena parte del pensamiento independentista
de Cuba.
Don Pepe, como respetuosa y cariñosamente llegó a llamarle la
sociedad habanera, fue un hombre acuciosamente entregado al estudio de las
ciencias pedagógicas, que analizó con hondura la organización
escolar de la Cuba de su tiempo e hizo comprender los errores del método
que hacía de la memoria el centro de la actividad docente.
De este modo, si del sacerdote Félix Varela se dice que enseñó
a pensar a los cubanos, de José de la Luz y Caballero puede afirmarse que
enseñó a sus compatriotas a aprender.
Su obra como educador, inmensa, incluyó desde la fundación de
colegios hasta la creación de cátedras de Filosofía,
famosas por estar impregnadas de su estilo personal. Don Pepe, aún sin
haber dejado un tratado especial, fue un filósofo de clara orientación
que consideró a la razón como factor característico del
hombre. A pesar de una cierta orientación mística, fue amante de
la prueba y reconoció la verdad científica. Por ello su impronta
subversiva debe ser comprendida en el contexto eclesial y dogmático de la
Cuba colonial de la primera mitad del siglo XIX. Don Pepe, sin decirlo, hizo
patria de la grande porque introdujo entre sus educandos el ejercicio de la duda
metódica.
Pese a su notable obra escrita, en Cuba se le recuerda por dos hechos
principales: la fundación del colegio El Salvador (1848) y la publicación
de sus célebres Aforismos, que aún circulan hoy entre sus
seguidores, en lo fundamental agrupados en órdenes fraternales cubanas
como la de los Caballeros de la Luz y Caballero de la Luz.
Don Pepe, en su colegio El Salvador, sentó cátedra de cómo
educar a niños y adolescentes aunque siempre opinó que "la
educación comienza en la cuna", para así dejar bien clara su
opinión sobre el papel de la familia en el proceso de formación de
valores del individuo. Su obra, en esencia, se erige y contradice a esos
momentos en que la política de instrucción pública del
gobierno de Fidel Castro ha preterido la influencia del factor familiar como
base de la conducta individual.
Por ello, en momentos cubanos como los de ahora, donde puede afirmarse que
ciertos valores morales no se han perdido pero sí pasado a la
clandestinidad, una obra como Aforismos aparece ante el lector como una suerte
de manual de salvación. Sus breves y diáfanas sentencias sirven de
brújula, y no por gusto se observa un callado pero sostenido crecimiento
de las órdenes fraternales cubanas donde la luz de Don Pepe brilla con su
mayor esplendor. No se dice, pero sucede: cientos, miles de jóvenes
cubanos están ingresando en fraternidades como la masonería, la
Orden Caballeros de la Luz, la Orden Caballero de la Luz, la Orden Caballeros
del Trabajo y otras en las que la impronta de Don Pepe viene desde los orígenes,
desde esas vidas de educandos suyos que, a su debido tiempo, mucho hicieron por
la independencia y la libertad de Cuba.
La luz de Don Pepe está presente aunque se niegue. A su momento,
saldrá de las catacumbas donde hoy se la conserva como secreto de
iniciados, para ser uno de los soles de una Cuba nueva.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|