¡Duérmete,
mi pueblo...!
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Para el gobierno de Fidel Castro, Cuba
no existió hasta enero de 1959, fecha en que tomó el poder político
del país por métodos violentos. Sus intensas campañas
propagandísticas en todas las esferas de la vida nacional así lo
demuestran. De este modo, el régimen se abroga el derecho de
autoproclamarse adalid por elevar al país a la categoría de
potencia médica mundial, cuando la realidad apunta en otra dirección.
Cuatro son los indicadores que toman los organismos especializados a nivel
mundial como representativos para medir la atención sanitaria a la
ciudadanía: las tasas de mortalidad infantil y materna, la esperanza de
vida al nacer y la cantidad de médicos por habitantes (1).
La tasa de mortalidad infantil por cada mil nacidos vivos reportada
oficialmente en el año 2000 disminuyó a 7,5. Claro está que
las autoridades de la isla ocultaron que en 1953 (época republicana) este
índice se redujo a 5,8, lo que le permitió a la nación
alcanzar el tercer lugar mundial (2). Tampoco dijeron que varió
negativamente la cifra de la natalidad obtenida en el quinquenio 1970-75 al
bajar de 26,7 por cada mil habitantes a 14,9 en el período 1990-95 (3).
La esperanza de vida al nacer en el transcurso de 1995-2000, para ambos
sexos es de 76 años, según anunció La Habana. Lo que no
dijeron es que este indicador alcanzó los 70 años en 1958 (4), sin
tantas gangarrias innecesarias.
Para 2001, nuestro gobierno afirmó que disponía de un médico
por cada 176 habitantes. De acuerdo a esta misma fuente, el país ha
formado más de 63 mil profesionales de la salud, pero casi un tercio de
ellos prestan servicio en otros países. Esto se debe no sólo a la
solidaridad humana y al sacrosanto internacionalismo proletario, concepto tan
manido por el régimen castrista, sino a un lucrativo negocio organizado
por él, que le reporta pingües beneficios: el 50 por ciento del
total de las divisas, ya que se apropia arbitrariamente de la mitad del salario
que los gobiernos ofrecen a los galenos cubanos por sus servicios.
Puestas las cosas en su lugar, llegamos a la conclusión de que en
verdad el país cuenta con un médico por cada 263 habitantes, y no
176 como informaron, indicador superior al reportado por la isla en 1958, que
era de 437.
En realidad, no porque un pueblo disponga de muchos médicos está
en posesión de buena salud. El cubano promedio no tiene medicinas para
paliar su enfermedad o dolencia. Cuando requiere obtener un diagnóstico
preciso de su mal no se le realizan en tiempo y forma los análisis clínicos
requeridos por falta de reactivos químicos. De la misma manera se ve
imposibilitado a someterse a un examen instrumental, porque la mayoría de
las veces son equipos obsoletos que están fuera de servicio. Si tiene que
ser intervenido quirúrgicamente deberá, la mayoría de las
veces, esperar meses hasta que le corresponda su turno, si el caso no es de
urgencia.
Por otro lado, ingresar a un hospital de servicio a la población es
como llegar a las puertas del infierno: mala alimentación, falta de agua
durante el día, ausencia de ropa de cama, ausencia de higiene en los
sanitarios (retretes) de las salas, sustracción de las propiedades que
llevan los enfermos y sus familiares al hospital.
A principios de 1959 la nación poseía un estomatólogo
por cada 2,978 ciudadanos, y una cama en el servicio asistencial por cada 190
personas, cifra ésta que nos colocó en el lugar 22 a nivel
mundial.
La tasa de mortalidad materna divulgada por las autoridades de la isla en
1996 era de 32 por cada cien mil habitantes. Este dato, pero correspondiente a
1958 o fechas anteriores, no lo pudimos encontrar en las estadísticas de
los organismos internacionales que buscamos. Pensamos que quizás el mismo
no se tuviera en cuenta cuatro décadas atrás, en los términos
que actualmente se valora.
A modo de resumen, podemos observar que durante el período
totalitario (1959 a la fecha) se lograron ciertos avances en algunos índices
de la salud pública y en otros no, con respecto a la época
republicana (1902-1958).
Pero existen otras realidades resultantes de la gestión del gobierno
de Castro, el cual se ha cuidado mucho de que ellas no sean divulgadas. Sólo
mencionaremos dos: el alcoholismo y los suicidios, que se derivan del exceso de
estrés que se vive en el país por las condiciones de supervivencia
y necesidades extremas a que está sometida la población.
El alcoholismo se consideraba en Cuba un problema de baja intensidad, porque
sólo dañaba sólo al seis o siete por ciento de los
habitantes. Pero en los últimos años se ha incrementado
notablemente. Hoy en día la dependencia alcohólica golpea al 15
por ciento de la ciudadanía y el abuso de bebidas espirituosas supera el
40 por ciento, principalmente entre jóvenes cuyas edades oscilan entre 15
y 25 años. Esta dependencia, según especialistas consultados, se
debe fundamentalmente a la mala alimentación, a la falta de medios
recreativos sanos y económicos, así como a los insuficientes
medios de transporte para el desplazamiento de la población.
El suicidio es tenido en la isla como la décima causa de muerte en
esta última década. Es notable, sobre todo, entre los
adolescentes. Estimados de organismos internacionales especializados dan cuenta
de que por cada suicidio consumado se producen diez intentos frustrados.
La conducta suicida -afirman los expertos- se debe a la falta de adaptación
del hombre a su medio complejo y diverso, y consideran que un buen soporte
social (ausente en Cuba) evita estas descompensaciones síquicas.
No abrigo la menor duda que mentir es una actitud baja ante la vida. Limitar
la verdad es peor aún. Pero el hombre es una criatura curiosa e
insatisfecha. Ambas cualidades le permiten , por regla general, cambiar las
cosas.
(1) Periódico Granma, 12 de febrero de 2002
(2) Organización Mundial de la Salud (OMS), 1958
(3) Anuario de la CEPAL, 1996, y boletín #7, Año
1, del Instituto Cubano de Economistas Independientes
(4) Anuario Estadístico de las Naciones Unidas, 1960
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