CUBANET .INDEPENDIENTE

2 de abril, 2002


Las flores, privilegio para difuntos

Lázaro Raúl González, CPI

LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Una de las más elegantes y sencillas costumbres que pudiera adquirir un adolescente sería la de regalar flores. Es una galantería espiritual y efectiva. Cualquier momento es bueno para que una mujer esté dispuesta a recibirlas. Pero en Cuba, regalar flores ya no es una costumbre.

En la época de mi adolescencia -década del 70- se vivía la bravura machista de la revolución. Lo que más valía era la producción: ¡tantos y más cuantos millones de sacos de azúcar! No eran buenos tiempos para las flores. No recuerdo a un chico de mi generación regalando una flor a la compañera. Y a decir verdad, cromañonamente por supuesto, tampoco se le hubiera considerado como un gesto varonil.

Ahora la rueda del tiempo habría cambiado la mentalidad de la fauna masculina. Según consultas realizadas por este redactor en la provincia de Pinar del Río, ocho de cada 10 hombres estarían dispuestos a regalar flores... si las hubiera.

Porque encontrar flores por acá no es tarea de cinco minutos. Aunque ya corre la primavera, no es fácil tropezar siquiera con una humilde azucena en la ciudad de Pinar del Río.

La escasez de puntos de ventas de flores es similar en todos los pueblos y ciudades cubanas. Es algo más fácil encontrar helados que claveles. La situación en Ciudad de la Habana sería mejor, como en muchos otros aspectos. ¿Qué pasará que en la capital tampoco hay flores?

Nadie sabe si se habrá reducido la tierra que dedica el estado a la siembra de flores. No hay cifras. ¿Se estarán dedicando menos recursos a cultivar rosas que a sembrar malanga? No es de dudar que a los placeres del alma se antepongan las cuitas del estómago, pero, ¡la malanga tampoco se encuentra!

Muy cerca de Herradura, al centro de la provincia de Pinar del Río, funciona un denominado Plan Flores. Son unas tres caballerías de tierra de las cuales sólo una pequeña parte se dedica efectivamente al cultivo de las flores. Lo que produce esta granjita apenas es suficiente para abastecer la funeraria local y colaborar con la del pueblo de Consolación.

Aunque frecuentemente, por falta de flores, los familiares no pueden adquirir el número de coronas que desean, muchas damas cubanas deberán esperar hasta el día de su entierro para recibir unos gladiolos.

Lamentablemente, mucha gente en Cuba identifica las flores con la muerte.


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